Cuarta Meditación
“Sin esperar más, se pusieron en camino” (Lc 24, 33a)
Primer momento:
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Busco nuevamente un lugar donde pueda estar tranquilo/a.
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Comienzo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
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Me acomodo y relajo el cuerpo en preparación para el encuentro con el Señor.
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Pido esta oración
Segundo momento:
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Para mi oracaión:
1. Leo el texto de Lucas 24, 13-35 completo.
2. Para la meditación:
- Todo ha cambiado. Las perdidas ya no son experimentadas como algo que debilite; la casa ya no es un lugar vacío. Los abatidos se miran con ojos iluminados. El extraño, que acabó convirtiéndose en amigo, les ha entregado su espíritu. Espíritu de alegría, paz y valor. No hay duda: Él esta vivo. Incluso entre ellos ha nacido una nueva amistad. Ya no se acompañan en la estéril amargura, ahora tienen una nueva misión y tienen algo que decir en común. Algo urgente y que no se puede callar.
- Los demás también necesitan saber qué les ha ocurrido. Necesitan saber que no ha terminado todo. Necesitan saber que Él está vivo y que lo reconocieron al partir el pan; no hay tiempo, “apresuremos”, se dicen el uno al otro. “Y levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén”.
- Qué diferencia a cuando volvían a casa abatidos, arrastrando los pies y ¡ahora a toda velocidad!. Es la diferencia entre la duda y la fe, entre la desesperación y la esperanza; entre el miedo y el amor. Volver a la ciudad no deja de ser peligroso. Los discípulos estaban paralizados por el miedo, pero cuando lo reconocen, el miedo desaparece y se sienten libres para dar testimonio de la resurrección sin calcular los riesgos.
- La Eucaristía concluye con la misión de ir a contarlo a todo el mundo. Lo hemos reconocido y gustado, pero no para gozarlo solos, ni mantenerlo en secreto. Lo que hemos visto y oído, gustado y saboreado es para compartirlo. Es una misión que parte hacia nuestra propia gente, hacia aquellos que conociendo a Jesús se han desanimado; como los apóstoles.
- La Eucaristía tiene que transformar nuestra vida en una vida eucarística. Cada momento del día junto al dolor de nuestras pérdidas reconocidas, tenemos la posibilidad de la palabra que nos abre a la esperanza. Cada día tenemos la posibilidad de invitar al desconocido (Jesús) a nuestra casa y permitirle partir el pan con nosotros. Y se nos invita a anunciar ésta, a nuestros más cercanos.
- En la Eucaristía se nos pide que abandonemos la mesa y que vayamos con nuestros amigos a descubrir juntos que Jesús esta realmente vivo y nos llama a formar un nuevo pueblo: el pueblo de la resurrección.
- Entonces la Eucaristía va de la comunión a la comunidad y de ésta a la misión. Pero una gran tentación para nosotros es saltarnos la comunidad por el individualismo y exitismo imperante. El Señor no quiere que vayamos solos. Nos envía en comunidad.
- Vivir eucarísticamente, es vivir en misión en medio de un mundo desgarrado, lleno de pérdidas: por guerras, muerte, violencia, hambre, temor, etc. Tenemos que caminar junto a los abatidos y desesperanzados. A este mundo estamos invitados a ir.
- Pero no es sólo hablar, es también escuchar: nuestra misión. Así como el Señor oye nuestros lamentos también nos toca a nosotros. La verdadera misión no es sólo dar, también es recibir. Nos toca preguntarnos ¿De qué van conversando por el camino? Escuchar y aportar cuando sea el momento.
- No todos nos escucharán y unos pocos nos invitarán a entrar en sus vidas y a sentarnos a sus mesas. Pero tenemos que desafiar a nuestros compañeros de ruta a elegir el agradecimiento en lugar del resentimiento, y la esperanza a la desesperación. Esa es vida Eucarística.
3. Me pregunto:
- ¿En cuántas personas y en quiénes he influido positivamente?
- ¿Cuántas personas y a quiénes, he ayudado a conocer y amar a Jesucristo?
- ¿Cuánta alegría he repartido? ¿Soy misionero(a) de la alegría?
- Al término de la eucaristía ¿Qué significa para mí ser enviado?
4. Después de todo lo orado en este momento, pregunta a tu corazón: ¿Qué le digo al Señor?. Escribe una breve oración de alabanza, petición, oración, etc.
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Termino rezando un Padrenuestro y un Ave María
Tercer Momento:
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Concluyo este tiempo de oración, dejando 5 minutos para revisar y anotar los frutos de este tiempo de oración.
- ¿Logré conectarme con el Señor?, ¿Estuve muy inquieto(a)? ¿Cuál es la razón?
- ¿Qué ha pasado en mí? ¿qué sucedió en mi mundo interior?
- ¿Qué llevo de este día de retiro? ¿Cuál es fruto más importante?
Te pido Señor que el arder del corazón de la Eucaristía sea impulso de misión en mi vida y en mi comunidad