top of page

EL SANTUARIO DEL HOGAR

ORACIÓN DE INICIO:

Señor Jesús, hoy quiero pedirte por mi familia. Te pido tu bendición para cada uno de nosotros. Protégenos de toda

tentación y de todo mal. Danos la disponibilidad para proteger tu Amor y consejo. Si soy esposo, dame la capacidad para

amar y respetar a mi esposa y a mis hijos. Si soy esposa, dame la comprensión y dedicación para apoyar a mi esposo y

a mis hijos. Si soy hijo(a), dame la capacidad de valorar el esfuerzo de mis padres y escuchar sus consejos. Pero sobre

todo señor, Jesús ayúdanos a crecer en la oración y fidelidad a tu amor, como lo hizo la Virgen María, tu madre y madre

nuestra. AMÉN.

 

PREPARACIÓN DE LOS TEMAS

  • OBJETIVO: Que los padres busquen crear un ambiente de familia animado por el  amor,  por  la  piedad  hacia  Dios  y  hacia  los  hombres,  que favorezca la educación íntegra, personal y social de los hijos.

  • MATERIALES: Imagen de la sagrada Familia, una biblia abierta un cirio encendido y mesa donde se colocaran. Hojas para anotar y lapicero. Copias del para tener la oración y el canto final. Imágenes relacionadas a los temas que se exponen.

  • NOTAS PEDAGOGICAS: La catequesis requiere comprensión del exponente para llevar en su exposición dinamismo y continuidad. Procúrese ubicar la exposición en tiempos cortos y poner algunas imágenes que nos ubiquen en cada tema.

 

I. LECTURA DE MOTIVACION (para hacerla antes de la reunión)

1. Educación y “pedagogía de los ambientes”

A menudo oímos decir de algún joven: "Si conocieras su casa, entenderías por qué se porta así".  Con  ello  se  quiere  destacar  una  gran verdad  pedagógica:  la  poderosa  influencia  que ejercen  sobre  el  hombre  los  ambientes  en  que  vive, sobre  todo  el  del  propio  hogar.  Un ambiente  es  más  que  un  lugar:  es  un  lugar  impregnado  de  un  espíritu  determinado.  En  la casa, el ambiente condiciona todo el proceso educativo de los hijos, para bien o para mal. De allí que Juan Pablo II recuerde "el deber de los padres de crear un ambiente de familia animado  por  el  amor,  por  la  piedad  hacia  Dios  y  hacia  los  hombres,  que favorezca la educación íntegra, personal y social de los hijos" (FC 36).

Dios mismo ha usado esta pedagogía de los ambientes con los hombres: cuando autorizó a Israel  a  construirle  un  templo  o  Santuario.  Dios  no  necesitaba  una  morada  (ni  todo  el universo  es  capaz  de  contenerlo).  Pero  sabía  que  a  los  hombres  les  convenía  tener  una "casa" para encontrarse con él: porque así entenderían mejor su deseo de convivir con ellos, de compartirles su vida y hacerlos su "familia". Esta conveniencia sicológica sigue valiendo igual para nosotros, aun después de la venida de Cristo, "Templo vivo" de Dios, en quien El verdaderamente  habita  (ver  Jn  2,  19-22; Col  2,9).  Por  eso  la  Iglesia  no  ha  prohibido  que sigamos construyendo templos materiales, donde la nueva "familia de Dios" pueda sentirse "en  casa"  con  él.  Pero el  sentido  de  tales  lugares  ha  cambiado:  su  centro  es  ahora  el tabernáculo, donde está Cristo, el "Templo vivo".

(Para la reflexión, la reunión o la conversación)

1. ¿En qué casos he constatado el influjo (bueno o malo) que ejerce el ambiente del hogar? ¿A qué nos ayudan los templos? ¿Por qué llamamos a Cristo "Templo vivo"?

 

II. EXPOSICIÓN Y COMPRENSIÓN DE LOS TEMAS

2. Sentido humano y religioso del propio hogar

Lo  que  son  los  templos  o  santuarios  para  la  "familia  de  Dios,  es  la propia  casa para  cada familia 

humana:  el lugar  que  la  simboliza.  Allí,  la  familia  se  reúne  para  autoconstruirse, compartiendo lo más

íntimo y "santo" que tienen los hombres: su vida y su amor. La casa es  como  el  "santuario"  de  la  propia 

intimidad.  Allí  cada  uno  se  muestra  como  es:  puede entregar  a  los  demás  su  riqueza  personal,  y 

debe  aceptar  ser  corregido  en  lo  que  dañe  la convivencia  común.  La  casa  es  también  el  lugar  desde 

donde  la  familia  ofrece  a  otros  lo que posee, y envía a sus miembros a servir a la sociedad. Por todo  esto,

más que un anhelo, a casa propia es un derecho de toda familia. Su sano desarrollo lo exige. Dicha casa debe

ser digna y  tener  garantizada  su privacidad  e  inviolabilidad (ver  FC   46).  Es  derecho  de cada familia

decidir a quién abre sus puertas. Ello es signo de gran confianza, decisión de mostrarla propia intimidad.

Por eso debe responderse entrando con mucho respeto. Si éste se hiere (mediante ofensas, o irrumpiendo por la fuerza) ello se experimenta como una "profanación".

Lo anterior se refuerza en el caso de un hogar cristiano. En él la casa debería vivirse como un auténtico santuario: porque allí la familia se reúne como pequeña "comunidad eclesial" o "iglesia doméstica", no sólo para compartir la vida y el amor humanos, sino también la vida y el amor de Dios. Es el lugar de la intimidad con él: donde se le reza y ofrece las más grandes alegrías y los más angustiosos dolores. Es el "templo" privado de cada familia, el propio "Belén" o "Nazaret" donde, desde el día del bautismo, Cristo está naciendo y creciendo en el corazón de cada uno, en la medida en que todos se ayudan mutuamente a madurar como personas y cristianos. Es éste misterio interior, y no la elegancia de la construcción o de los muebles, lo que confiere al hogar cristiano su especial dignidad. La presencia de Dios que habita y actúa en cada bautizado, hace de la casa un lugar sagrado. Sus habitantes deben respetarlo llevando un estilo de vida digno, que transparente y recuerde dicha presencia. Es lo que muchas veces se percibe en la sencillez y alegría de los hogares más modestos.

(Para la reflexión, la reunión o la conversación)

2. ¿Qué significa para mí mi propia casa (desde un punto de vista puramente humano)? ¿La he sentido alguna vez como un lugar donde Dios está presente? ¿Cuándo? ¿En qué se funda la especial dignidad de un hogar cristiano? ¿Y qué exige?

 

3. Los signos interiores del “Santuario del hogar”

Hemos dicho que un ambiente es un lugar impregnado de un espíritu determinado. Pero dicha

impregnación requiere que el espíritu que anima interiormente a la familia, se exprese

mediante signos externos. El primero de ellos es ese estilo digno de comportarse, expresado

sobre todo en la forma de trato y en el vocabulario. Es lo que más ayuda a sentir la casa

como un "santuario doméstico" (FC 55) y a cada miembro de la familia como a un pequeño

"templo" (ver 1 Cor 6,19) o "tabernáculo vivo" de Cristo. Alguien ha dicho respecto a esto

que los ojos de cada cristiano deberían irradiar una alegría que anunciara (como si fuesen

“lamparitas del Santísimo"): "en este tabernáculo está Cristo presente". Sin duda, es lo que

experimentamos muchas veces ante la mirada transparente de los niños.

Pero aparte de las personas, hay también algunos signos materiales que facilitan el

experimentar la propia casa como un lugar de encuentro con Dios. Por ejemplo, la presencia

en ella de imágenes religiosas, o de la Biblia en un lugar destacado. También colabora a ello el ambiente acogedor que crean el orden y la limpieza.

Una hermosa costumbre que manifiesta el deseo de convertir el propio hogar en lugar de la presencia de Dios, es la de bendecir las casas. Aunque muchas veces ello se haga, más que para invitar a Dios a compartir la vida de hogar, para pedirle, ante todo, que proteja a la familia y su casa de posibles daños. Ciertamente, si Dios es nuestro Padre, tenemos derecho a pedirle tal cosa. Pero él acogerá dicha petición como sincera, en la medida en que al mismo tiempo le prometamos esforzarnos por vivir como verdaderos hijos y "familiares" (Ef. 2,19) suyos.

Para subrayar este aspecto, que es el fundamental consagrar al Señor o a la Virgen la propia casa, invitándolos explícitamente a morar en ella, dedicándoles, como un signo de su deseada presencia, un "altar familiar". Este es un lugar donde se coloca la principal imagen religiosa de la casa, la Biblia y otros símbolos semejantes, pero no ya como "adornos" religiosos, sino para convertir ese lugar en el centro físico de la vida religiosa de la familia: donde ella reza, pide, agradece. Dicho "altar" ayuda a hacer visible el misterio del hogar cristiano, impregnándolo de una atmósfera que facilita el crecimiento en la fe y que ejerce especial influjo formativo en los niños.

(Para la reflexión, la reunión o la conversación)

3. ¿He notado cuánto influye la forma de trato y el vocabulario en el hogar? ¿Qué signos me ayudan a recordar que mi casa es un santuario? ¿La he bendecido? ¿Tengo altar familiar?

 

4. Los signos externos del hogar cristiano

Es característico de los templos católicos el tener sus puertas abiertas y el invitar con sus campanas a todos. Porque la Iglesia no es una secta para "escogidos", sino la familia de un Dios que quiere que todos sean sus hijos. Asimismo, el santuario del propio hogar no puede ser un lugar donde la familia se repliegue egoístamente sobre sí misma, aislándose de los problemas de los demás. Ya hemos dicho que ella debe ser un lugar de irradiación y envío hacia la sociedad (como un pequeño "Cenáculo": ver Hech. 2).

Pero tal apertura comienza por la hospitalidad. Esta es la actitud que abre las puertas y que,

como la campana, anuncia que en esa casa se está dispuesto a acoger y ayudar. La hospitalidad

cristiana se funda en un doble deseo: el de compartirlo que Cristo ha regalado a la propia

familia, y el de tender al Cristo que se acerca en la necesidad de los otros (ver FC 64), como lo

hacían Lázaro y sus hermanas (ver Le 10,38 - 42; Jn 11,1 -5). Así, el hogar se vuelve una

"pequeña casa de Betania". La hospitalidad abarca desde el dinero o el pan que se da en la puerta,

pasando por las atenciones brindadas a las visitas y alojados, hasta la adopción de un niño sin

padres. Los miembros de una familia cristiana tienen, por cierto, muchas ocasiones de practicar

el "nuevo mandamiento del amor" (FC 63) fuera de la casa. Pero la hospitalidad tiene un valor

educativo especial: porque al practicarse en el hogar, los involucra a todos. Ella supone gestos y

decisiones de solidaridad que los niños difícilmente olvidan, y es un camino privilegiado para

enseñarles a vivir "la 'opción preferencial por los pobres" (FC48;  Puebla 1134ss).

La hospitalidad es un rasgo característico de la cultura latinoamericana, especialmente practicado por los más pobres, quienes siempre tienen lugar para "el compadre" y su familia, aunque tengan que dormir de a 3 o 4 por cama y repartirse entre todos un solo pan. Es una lección que aprender. Pues sólo hombres crecidos en hogares hospitalarios lograrán construir un país donde todos puedan sentirse "en casa".

(Para la reflexión, la reunión o la conversación)

4. ¿Considero hospitalario mi hogar? ¿Acojo y ayudo pensando en Cristo? ¿Cuáles han sido mis experiencias más hermosas de hospitalidad? ¿Cómo acogen mis hijos a los más pobres?

 

III. CONCLUSIÓN DEL TEMA:

Alabamos a Dios cantando:

DIME SEÑOR

Hoy en oración quiero preguntar señor
quiero escuchar tu voz tus palabras con amor

CORO
Ser como eres tu servidor de los demás dime
como en qué lugar te hago falta más
Dime señor en que te puedo servir déjame conocer tu voluntad
Dime señor en que te puedo servir quiero de ti aprender saber amar

Hoy quiero seguir tus caminos junto al mar
tu palabra tu verdad ser imagen de ti

bottom of page