TEMA 1 | Dios nos habla al corazón
Jesús lo miró con cariño y le respondió:
‘Si quieres ser perfecto, te queda una cosa por hacer...’
(Marcos 10,17 ss)
Hoy nos reunimos para:
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Comprender que Dios no es un ser lejano y ausente, sino cercano y presente, que nos da la vida y nos mira con cariño.
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Reconocer que Dios es esencialmente misericordia y amor.
VER NUESTRA REALIDAD
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¿Cómo el hombre ve hoy el mundo?; ¿cómo lo vemos los cristianos?
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¿Qué queremos decir cuando afirmamos que «Dios nos habla» y «Dios nos mira»?
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¿Cómo escuchas a Dios? ¿Y cómo hablas con Dios?
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¿Qué importancia tiene la mirada para los adultos?; ¿y para los niños?
ILUMINAR LA REALIDAD CON LA PALABRA DE DIOS
Texto: Marcos 10,17ss
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Analiza momentos de tu vida en que Jesús te ha mirado con cariño y te ha invitado a realizar un proyecto.
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¿Por qué te cuesta seguir al Señor?
PROFUNDIZAR EN EL MENSAJE
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«Te he dado la vida y te quiero muchísimo, como un padre y una madre.»
Necesitamos vivir desde la perspectiva de la fe para comprender el sentido de cuanto nos rodea: todo es un regalo del amor de Dios que me cuida, me rodea hasta en los más pequeños detalles (el sol, el aire...) Son caricias de Dios; y eso, incluso en las dificultades y sufrimientos. Dios me ama, me acompaña. Creemos en ese Amor fiel de Dios. Podemos aprender a bendecir la mesa (costumbres cristianas en nuestras mesas) y a agradecer Sus beneficios.
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«Te miro con cariño, nunca me olvido de ti. Sé cómo te llamas.»
Dice Dios: « ¿Cómo puede una madre olvidarse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ella se olvidase, Yo nunca me olvidaré de ti. Mira, llevo tu nombre tatuado en la palma de mis manos.» (Is 49,15) ¡Este es el amor de Dios! Miremos a Cristo Crucificado: nos lleva tatuados en sus manos y en su Corazón.
Pero nosotros, a veces, deformamos la imagen de Dios:
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Tomamos a Dios como algo abstracto, impersonal. Decimos: «Algo habrá». Pues ¡no!: Dios es ALGUIEN. ¡Tiene corazón!
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Dios lejano. Decimos: «Dios está allá arriba y no nos puede escuchar a todos». Consideramos a Jesucristo como a un gran hombre que vivió hace 2000 años, pero que es algo del pasado; como Colón, que descubrió América y fue un gran personaje de la historia. Pues ¡no!: lo más grande.
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Hace falta precisar que:
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Dios está en todas partes: en el cielo, en la tierra... Yo puedo estar con Él en casa, cuando voy por la calle... siempre.
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Pero Jesucristo, con su humanidad, con su corazón vivo y latiendo como el nuestro, está en dos lugares: en el cielo –—«Resucitó y está sentado a la derecha del Padre»—, y en el Sacramento del Altar, en el sagrario. Ahí está el mismo que colgó en la cruz bajo las apariencias de pan —«Tomad y comed, esto es mi Cuerpo»—. Por eso, cuando entramos en la Iglesia y vamos al sagrario, nos encontramos con Jesucristo presente con su cuerpo y sangre, alma y divinidad.
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A veces, sin embargo, presentamos un Dios solo autosuficiente: «Dios es todopoderoso y puede hacer con nosotros lo que quiera, lo que le dé la gana». Pero Dios no es solo autosuficiente: Él actúa siempre con sabiduría y a la vez con amor. Su omnipotencia está al servicio de su amor = confianza.
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Otras veces, tomamos a Dios como un ser frío al que no le llegan nuestros sufrimientos; como un Dios cruel, castigador. (A veces atemorizamos a los niños: «Dios te va a castigar; si te portas mal, irás al infierno». Es mucho mejor decirles: «A Dios le llegas al corazón y le entristece que no seas bueno»).
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Lo anterior es lo más contrario a lo que Dios nos ha revelado: en la Biblia. Dios aparece desde el principio preocupado por el hombre, siguiendo su historia. Con su creación, Dios rodea a los hombres y mujeres con su amor y se presenta como nuestro amigo (Dios paseaba con el hombre por el paraíso al caer la tarde). Cuando el hombre desobedece a Dios (pecado original), Él se ofende y rompe esa amistad. Pero a continuación vuelve a salir en busca del hombre: se hace hombre y se entrega a la muerte para rescatarnos y hacernos de nuevo sus hijos-amigos.
La Biblia nos revela el amor fuerte y apasionado de Dios por el hombre, «el amor loco de Dios».
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«Estoy contento de lo que haces y voy siempre a tu lado.»
Nuestra vida llega al corazón de Dios porque nos ama (como les llega a ustedes el amor o el desamor de sus hijos). Dios se alegra de nuestras buenas obras (al vernos entrar en la Iglesia, cuando perdonamos...). Le duelen nuestros pecados (indiferencias, egoísmos...). Enseñemos esto a los hijos cuando hacen algo bien: «Dios hoy está contento contigo».
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«Te hablo al corazón», «Siempre te escucho.»
La vida cristiana no consiste solo en creer unas verdades y cumplir unos mandamientos...
El cristianismo es vivir una amistad con Cristo vivo: Dios nos habla, se comunica con nosotros. Necesitamos tener nosotros un corazón que escuche.
Enseñemos a los hijos a orar. Dios nos habla al corazón, pero no con palabras como las nuestras: a través de sentimientos que pone en el corazón (paz, alegría al hacer el bien...); deseos de ser mejores, de renunciar al pecado; tristeza cuando nos portamos mal, remordimientos.
PARA REZAR EN LA FAMILIA
Dios es Amor, don de vida, misericordia y comprensión total.
Eres Gloria eterna, consuelo de tristeza, liberación del alma.
Señor, quiero honrarte, cantar alabanzas a tu Nombre; hoy quiero decirte:
«Aquí me tienes, Señor, quédate conmigo hoy y por siempre. Amén.
Escuela para Padres