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El sacramento de la confirmación

Es el pentecostés del cristiano

 

 

OBJETIVO

 

Comprender que la Confirmación es el sacramento que prolonga y

actualiza de un modo específico el acontecimiento de Pentecostés.

 

VEAMOS

La promesa de Jesús

 

En repetidas ocasiones Jesús prometió la efusión del Espíritu Santo.

 

Jesús había anunciado a sus Apóstoles que les enviaría el Espíritu

Santo; esta promesa se repite insistentemente en el discurso de la Cena.

Jesús enviará el Espíritu que permanecerá con ellos, les enseñará la

verdad plena y les impulsará a dar testimonio:

 

 “Y yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes: el Espíritu de la Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Ustedes, en cambio, lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará en ustedes... Pero el Paráclito, el Espíritu Santo que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho... Cuando venga el Paráclito que yo les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí...Sin embargo, les digo la verdad: les conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a ustedes. Pero si me voy se lo enviaré... Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora. Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo” (Jn. 14,16-17.26; 15,26; 16,7-8. 12-13).

 

Recordemos también:

“Y yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto” (Lc. 24, 49). “En una ocasión, mientras estaba comiendo con ellos, les recomendó que no se alejaran de Jerusalén y esperaran la promesa del Padre: «La promesa, les dijo, que yo les he anunciado. Porque Juan bautizó con agua,, pero ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo, dentro de pocos días«...Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra” (Hech. 1,4-8).

 

PENSEMOS

Pentecostés: el cumplimiento de la promesa de Jesús

 

Esta promesa del Señor se cumple el día de Pentecostés.

 

El día de Pentecostés, en efecto, el Espíritu Santo descendió de modo admirable sobre los Apóstoles reunidos con María, la Madre de Jesús, y con los demás discípulos.

 

Ya es sabido cómo el Espíritu Santo vino sobre ellos “en el fuego y en el viento”: “Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban. Entonces vieron aparecer unas lenguas de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse” (Hech. 2,1-4).

 

Desde ese momento está consumada la iniciación de los Apóstoles; interiormente transformados, alcanzada por ellos la plena madurez cristiana, son revestidos de fortaleza, y dan testimonio de la resurrección del Señor Jesús “con mucho poder” (ver Hech. 4,31-33).

 

Dios les donó el Espíritu Santo, el Espíritu de la verdad y de la justicia, el Espíritu de la alegría y del amor. Ese Espíritu encendió sus corazones  como un fuego. En su entusiasmo salieron a encontrarse con la gente en las calles y en las plazas. Y entonces ocurrió algo maravilloso: esa gente que procedía de muchos pueblos y países y que hablaba idiomas distintos, podía entender cuando los Apóstoles se encontraron ante ellos y les hablaron. Los Apóstoles llenos de entusiasmo les contaban  las grandes acciones de Dios. Llenos del Espíritu Santo, los Apóstoles comienzan a proclamar las maravillas de Dios (ver Hech. 2,11). Pedro comenzó entonces a hablarles de nuestro Señor Jesucristo. Los que recibieron su palabra se hicieron bautizar y ese día se unieron a ellos alrededor de tres mil (ver Hech. 2,14-41).

 

ACTUEMOS

“Señor, que tu promesa se cumpla en  nosotros”

 

En la oración de la Misa de la Confirmación pedimos: “Señor, que tu promesa se cumpla en nosotros...”.

 

En la tercera fórmula de la renovación de las promesas bautismales, que trae el Ritual de la Confirmación, el obispo pregunta a los que se van a confirmar: “¿Saben lo que van a recibir?”.

 

Y todos responden: “Recibiremos el Espíritu Santo que Jesús nos prometió”.

 

El sacramento de la Confirmación es, para cada fiel, lo que Pentecostés fue para los Apóstoles. El Ritual de la Confirmación dice: “Los bautizados... mediante el sacramento de la Confirmación… reciben el Espíritu Santo que el Señor derramó sobre los Apóstoles el día de Pentecostés”[1].

 

En Pentecostés hay que buscar el origen de este sacramento, la fuente de donde manó.

 

En el Prefacio de la Misa de la Confirmación rezamos: “Porque en este nuevo Pentecostés, los que han renacido por el bautismo reciben la plenitud del don del Espíritu Santo”.

 

La Confirmación es el sacramento que prolonga y actualiza de un modo específico el acontecimiento de Pentecostés. En la Confirmación se hace presente aquello mismo que, en el día de Pentecostés, recibieron los discípulos de Jesús, y les dio fortaleza para llevar el mensaje de salvación hasta los confines de la tierra. La Iglesia enseña que al confirmado se le da “el Espíritu Santo como fortalecimiento, del mismo modo como se les dio a los Apóstoles en Pentecostés”.

 

Dado el nexo entre Pentecostés y la Confirmación, les pido hacer memoria de este sacramento en la celebración de Pentecostés.

 

Tanto en la Vigilia como en el día de Pentecostés, que nos hace descubrir la presencia y la acción del Espíritu Santo que actúa en la Iglesia, recordemos el sacramento de la Confirmación, pidiendo que se nos renueve la unción espiritual del Paráclito, a fin de que se acreciente en nosotros el compromiso de la comunión y de la misión.

 

Esta memoria de la Confirmación se realiza después de la homilía y antes del Credo, a semejanza de la renovación de las promesas bautismales que realizamos en Pascua.

 

CELEBREMOS

Nuestra confirmación

 

Seguramente recordamos nuestra Confirmación. Recordamos la parroquia o el colegio en donde hicimos la catequesis. Es probable que recordemos al celebrante que nos confirmó. En mis visitas pastorales, frecuentemente me encuentro con personas que me dicen: “Usted me confirmó”.

 

Ciertamente la Confirmación nos dejó un fuerte recuerdo.

Pero debemos preguntarnos:

 

¿Recordaré y celebraré el aniversario de mi Confirmación?

¿Qué me deja la Confirmación? ¿Cómo viviré “hoy” el don de la Confirmación?

¿Cómo debo actualizar la gracia de la Confirmación?

¿Soy consciente de que soy templo del Espíritu Santo (ver 1 Cor. 6, 19)?

¿Dedicaré cada día un momento de oración y le pido al Espíritu Santo su fuerza y su luz, para que se cumpla en mí su promesa?

 

La Confirmación, en cierto modo, hace perenne en la Iglesia la gracia de Pentecostés:

¿En Pentecostés renuevo mi Confirmación?

 

Pidamos la gracia de vivir nuestro Pentecostés: “¡Oh Espíritu Santo! reaviva el don que se me ha dado, hazme fuerte en la fe, confiado en la esperanza, dame coraje para el testimonio”.

Reavivemos nuestra Confirmación y vivamos hoy nuestro Pentecostés.

 

[1] Ritual romano de los sacramentos, Notas preliminares, 1-2.

RETIRO DE PAPAS Y PADRINOS 2017

Tema 10

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