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6º Encuentro

(Espíritu Santo)

 

Objetivo:

Descubrir en la persona del Espíritu Santo aquel que nos hace fuertes para cambiar y comprender de esta manera la necesidad que tenemos de recibirlo.

 

Saludo y bienvenida

 

El Misionero saluda familiarmente al grupo, les ofrece una síntesis del encuentro anterior y les presenta el objetivo de la reunión.

 

1. Experiencia de vida

 

El coordinador organiza una dinámica, pide voluntarios para representar a: un comerciante,  un policía, una maestra,  una ama de casa, que durante 2 minutos van a hablar de las necesidades que tiene su pueblo.

 

Se trata que cada quien proponga y defienda su punto de vista desde la propia “profesión”, sin decir qué son. Se dan unos minutos para que ellos en privado preparen su papel. Luego vienen los 2’ de discusión frente al grupo; mientras ellos discuten, el resto del grupo los va observando y después dirán cómo los vieron actuar ¿quiénes realmente actuaron como lo que se suponía que eran?

 

Termina   el   coordinador   diciendo:   cuando   alguien   actúa   como comerciante,  o  policía,  o  maestra,  ama  de casa,  sin decirlo,  y uno reconoce lo que es, por su manera de comportarse, entonces decimos que esa persona tiene “ESPÍRITU DE...”

 

2. Iluminación bíblica

 

Uno de los asistentes leerá el texto de Hechos 2, 1-13,  luego de un momento prudencial de silencio cada uno volverá a leerlo en su Biblia y realizarán el estudio de evangelio.

 

Estudio de evangelio

 

¿Qué signos del Espíritu aparecen en el relato?

¿Qué siguen haciendo los auténticos discípulos del Señor después de ese momento?

¿Cómo actúa el Espíritu de Jesús hoy en sus seguidores?

 

Luego del estudio de evangelio, pueden unir la experiencia de vida con el texto bíblico con las siguientes preguntas:

 

¿Cuál de los personajes de los que interpretaron tus compañeros te llamó más la atención?

¿Podrían decir con claridad qué personaje interpretó cada uno de ellos?

¿En qué se hizo evidente qué clase personajes eran?

¿Actuaron realmente como lo que se supone que eran?

¿Según el texto leído, para qué fue derramado el Espíritu Santo sobre los Apóstoles?

¿De qué manera los llevó a actuar?

¿Después de recibir el Espíritu Santo, ellos actuaron según su parecer o según el parecer de Dios?

¿En su manera de actuar se podía notar que era lo que creían?

¿Se  hizo  evidente  en  sus  vidas  el  Espíritu  de  Dios  que  habían recibido?

 

3. Mensaje

 

La Sagrada Escritura nos habla de la diversidad de maneras como el Espíritu de Dios se fue haciendo presente en la historia. Así lo encontramos en la creación y a lo largo del caminar del pueblo hebreo, de un modo más personal, en los jueces, los profetas y los reyes.

 

Cuando llegó el tiempo que conocemos  como Nuevo Testamento,  el Espíritu vino sobre la Virgen María e hizo posible que ésta concibiera en su seno al Hijo de Dios. Jesús se presenta como el lleno del Espíritu Santo, y toda su vida fue una manifestación de este poder que había recibido  de  su  Papá  Dios.  El  mismo  Jesús  es  quien  comparte  este Espíritu, con todo tipo de persona que se acercaba a él con fe.

 

De  entre  todas  estas  personas,  merecen  especial  mención  los Doce Apóstoles, los cuales fueron así capacitados para colaborar, de un modo único, en la construcción de la Iglesia de Jesucristo, Iglesia que, a partir de entonces, ha sido convertida en depositaria del Espíritu de Dios.

 

Fue necesaria la efusión del Espíritu Santo para que los Apóstoles comprendieran plenamente el mensaje de Jesús, y no   solamente el mensaje, sino para que ellos que ya lo amaban  verdaderamente  se pudieran comprometer con él, para que fueran capaces de cambiar y dejarlo definitivamente todo y seguirlo.   Es el caso de Pedro que juró que jamás lo negaría y aunque fue capaz hasta de sacar su espada por defender  a su Maestro,  en el momento  en el que es interrogado  y señalado por varios de ser uno de los seguidores del hombre de Galilea, éste no duda en negar que lo conoce; por qué lo hace?, simplemente porque  todavía  no  ha  recibido  la  fuerza  del  Espíritu  Santo,  porque carecía de su poder y de su valentía.   Así nos sucede a quienes le entregamos  la  vida  a  Jesús,  pues  muchas  veces  descuidamos  esa fuerza que solo nos puede dar el Espíritu del Señor y cuando llegan las tentaciones inmediatamente lo negamos y le damos la espalda.

 

Es tan necesaria la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida y en la vida de la Iglesia que hasta conviene que el mismo Jesús nos deje (Jn. 16, 7).

 

Esa promesa no es algo, sino ALGUIEN, el mismo Espíritu Santo que Jesús glorificado da, como río de agua viva, a los que creen en Él (Jn 7, 37-38).

 

Es toda una promesa, una herencia a la cual el Señor los prepara, les pide que la esperen (Hech. 1, 4-5; Lc.24, 29).

 

A partir de la presencia del Espíritu Santo en la vida de los apóstoles las cosas cambiaron de una manera radical:

 

  • Conocieron  verdaderamente  quién  era  Jesús  y  comprendieron  el querer de su Misión (Jn 15, 26; 16,13).

  • El Espíritu Santo transformó sus corazones (Hech. 4, 32).

  • Ahora sí Jesús llegó a ser el centro de sus vidas (Hech. 20, 35).

  • Comenzaron a hablar de él como verdaderos testigos (Hech. 4, 30-31).

  • Glorificaban a Dios y la gente creía en ellos (Hech. 2, 47).

  • Nace la Iglesia, comunidad que cree, celebra y comparte (Hech. 2, 44).

 

De esta manera podemos comprender que el corazón del hombre puede ser cambiado perfectamente por Dios.   Lo que necesitamos es dejar actuar a su Espíritu en nosotros, vaciarnos de tantas cosas que hay en nuestra vida que no permiten su entrada.  La promesa del Espíritu Santo es también para nosotros, no es unas realidad pasada, no es un cuento ni es ficción, es un misterio al cual debemos aproximarnos (Hech. 2, 39).

 

Es el mismo Espíritu que nos fue dado el día de nuestro bautismo, comenzando así a formar parte de la comunidad de Jesucristo. También nos   ha   sido   dado   solemnemente   en   los   demás   sacramentos especialmente  en  la  confirmación.  Reconozcamos,  pues,  el  don  que hemos recibido; agradezcamos su presencia y alabemos su acción en cada uno de nosotros.

 

4. Compromiso

 

En 4 o 5 subgrupos compartirán las siguientes preguntas:

 

¿En algún momento de tu vida has sentido la presencia del Espíritu Santo?

¿Después  de recibir en plenitud la fuerza del Espíritu Santo en la Confirmación, lo has hecho consciente en tu vida?

¿Oras al Señor para que derrame sobre ti el Espíritu Santo?

¿Descubres que las cualidades que otros tienen son dones y carismas que el Espíritu Santo les ha regalado?

¿Valoras tus dones y carismas como un regalo del Señor por medio de su Espíritu Santo para el servicio dentro de la comunidad?

 

Al  terminar  el  diálogo,  el  Misionero  motivará  a  cada  uno  de  los subgrupos para que comenten entre todos cuál puede ser el compromiso que van a adquirir todos después de este tema; luego lo compartirán con sus demás compañeros.

 

5. Celebración

 

En voz alta se leerá el texto del Salmo 103  y en ambiente de oración será escuchado y meditado por los asistentes.

Luego de escucharlo por primera vez se hará un momento de silencio que favorezca a la meditación, se volverá a leer por segunda vez y en esta oportunidad cada uno escribirá la parte del texto que más ilumina su realidad o que le llama la atención; luego la comparten entre todos y terminan con una oración espontánea  pidiendo la fuerza del Espíritu Santo.

 

6. Para  la casa

 

En casa cada uno leerá el texto de Hechos 4, 32-35,  y reflexionará sobre las actitudes de la primera comunidad Cristiana.

Kerigma 7, Misión

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