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RETIRO DE ADVIENTO 2016

INTRODUCCIÓN:

LAS OBRAS DE MISERICORDIA

Objetivo: La catequista recordará las generalidades sobre las obras de misericordia, su significado y clasificación a la luz del “Año jubilar de la misericordia”.

 

Propuesta de introducción.-

Vamos a primerear en este Año Santo recordando las obras de la misericordia, tal cual nos sugiere el Papa Francisco en su bula Misericordiae vultus, documento escrito con el motivo de proclamar la apertura de este tiempo de gracia, así, podemos prepararnos para iniciar de una mejor manera y lograr abundantes frutos.

 

El Papa comienza su invitación diciéndonos: Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre, es decir, el encuentro con Jesús misericordioso es también encuentro con el Padre. Así como el apóstol Tomás le pide: Señor, muéstranos al Padre y nos basta (Jn 14,8) podemos parafrasearlo para preguntarnos: Señor, muéstranos la misericordia del Padre y eso nos basta; Jesús seguramente nos respondería de manera similar con las palabras dirigidas al apóstol, refiriéndonos que, al ver la misericordia de Él, hemos visto la del Padre; parece sencillo pero sólo la persona que conoce el Evangelio como expresión plena de la revelación del plan de salvación divino es quien puede conocer esa misericordia de manera clara y concisa, apropiándose de criterios de caridad que provienen de Jesús y no de criterios propios que la mayoría de las veces son meramente humanos, los cuales no se demeritan pero si debemos reconocer que son limitados y reducidos, sólo las enseñanzas de Jesucristo nos muestran la perfección del hombre en todas sus relaciones, especialmente con Dios y con el prójimo, de todos los dones el mayor es el amor, y de éste, la misericordia como una manifestación específica del amor.

 

En un mundo que cuestiona el amor de Dios a cada uno de sus hijos, o incluso peor aún, reclama su ausencia porque solo se perciben guerras, injusticias, abusos y enfermedades, debemos mostrar cada uno de nosotros, los bautizados, por la unción que nos marca profundamente como “otros cristos”, el rostro de la misericordia del Padre en cada una de nuestras realidades: familia, trabajo, Iglesia, etc.; es decir, si el mundo no ve a la Santísima Trinidad es porque no hacemos visible el rostro misericordioso del Padre y del Hijo.

 

Para comprender lo anterior, baste dar una breve lectura al evangelio de Mateo (25,34-40) que más adelante retomaremos en varios puntos: “Entonces dirá el Rey a los de su derecha: "Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme." Entonces los justos le responderán: "Señor,

¿Cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?" Y el Rey les dirá: "En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”. Ver a Jesús en el indigente hambriento, que debe alimentarse de desperdicios, entre la basura, mitigar la sed de Jesús cuando vemos al hermano laborando en medio del calor abrasador de nuestra ciudad, atender como a un hijo, al indocumentado alejado por miles de kilómetros de su hogar y sin dinero porque es Jesús que desea buscar trabajo en los Estados Unidos, apoyar en los gastos del material para el catecismo al catequista, que sabemos quiere dejar sus clases porque no tiene ingresos para poder continuar su apostolado (podemos dar o compartir nuestros bienes materiales en general) es obrar por y para Jesús: nuestro juicio será en el amor a Jesús, viendo y atendiendo su rostro, haciéndonos prójimos de todas las personas sin importar credo, raza, sexo o posición social.

 

La misericordia es una forma de comportamiento cristiano que se funda en el amor, podemos por ello decir que es una virtud teologal y conlleva el cumplimiento de una bienaventuranza (Mt 5,7). Santo Tomás también la define como una virtud fruto de la caridad, aunque distinta de ella, que nos inclina a compadecernos de las miserias y desgracias del prójimo hasta llegar a considerarlas como propias, por el sufrimiento que ocasionan en el hermano y además en cuanto podemos reflejarnos a nosotros mismos en la misma situación 1.

 

En los evangelios la misericordia cristiana va tomando diferentes significados que se unen al referirla a una acción específica fruto del amor. Para los evangelistas Mateo y Marcos la visualizan como una superación de la Ley judía estricta, reducida a un mero cumplimiento de la pureza personal y de la nación. En Marcos es un afecto entrañable que brota del contacto más hondo vinculado a la intimidad de la persona, así como la piedad manifestada en la ayuda a los necesitados y fidelidad en el cumplimiento de la Alianza con Dios (Mc 6,34; 10,47-48). En el Evangelio de Mateo encontramos que se mantiene el significado de los textos de Marcos, además agrega una visión particular de la misericordia otorgándola a la salvación universal más allá de la religión judía (Mt 5,7; 8,17; 9,13; 11,28-29; 23,23; 25,31-46). Es san Lucas especialmente quien a través de las parábolas de la misericordia en el capítulo quince de su Evangelio, lleva a plenitud el mensaje de amor que implica esta virtud cristiana, una tendencia que puede ser reducida a lo material (dracma perdida), hacia la creación (oveja perdida) pero es elevado grado de amor hacia las personas (el padre misericordioso) 2.

 

En sus primeros tres siglos la Iglesia clarifica su pensamiento y la acción que debe hacia los pueblos, por ello comienza a estimar en gran medida la caridad como uno de sus quehaceres esenciales en conjunto con los Sacramentos y el anuncio de la Palabra, los tres íntimamente relacionados y dependientes entre sí; la misericordia es así uno de los logros más importantes de la Iglesia para motivar a la conversión, más allá de la sola predicación, fue la forma de vivir y el ejemplo de la misericordia de los fieles en los grupos que se reunían que logran imponerse en el Imperio Romano 3.

 

Ese nivel de amor, de misericordia, es difícil encontrar su cimiento en el ser humano, el modelo perfecto para nosotros es el amor misericordioso que proviene de Dios. Es sencillo encontrar esa referencia cuando recorremos la Sagrada Escritura y nos encontramos con la infidelidad del hombre para continuar el plan de Dios, desde nuestros primeros padres hasta su culmen en la ruptura de la Alianza del Sinaí, posterior a la liberación de Egipto por Moisés; así, Dios en esas infidelidades humanas ha permanecido siempre fiel ofreciendo su amor a aquellos que se lo niegan; los profetas nos dan cuenta de las acciones divinas para rescate del pueblo y es en nuestro Señor Jesucristo que culmina la revelación del amor misericordioso del Padre mostrándonos el rostro de Dios-con-nosotros (Emmanuel). Debemos saber que nuestras acciones por sí solas no son garantía de nuestra salvación, sino deben ser sostenidas por la misericordia de Dios como esperanza de un futuro, garantía de ternura (perdón y compasión) y firmeza perdurable 4.

 

Las obras de amor al prójimo son la manifestación externa más perfecta de la gracia interior del Espíritu (…) en cuanto al obrar exterior, la misericordia es la mayor de todas las virtudes 5 y es la vía que une a Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados para siempre, no obstante el límite de nuestro pecado 6.

 

En nuestro tiempo, san Juan Pablo II en su encíclica Dives in misericordia, hizo mención sobre la oposición del mundo al Dios de la misericordia, buscando arrancarla del corazón del hombre al coronarlo como dueño de la tierra, dominándola mucho más que en el pasado 7.

 

El anuncio de la misericordia por todos los que formamos la Iglesia de Cristo, debe hacerse visible en el mundo, ser cercanos a los más vulnerables, a los alejados y marginados, a aquellos que se han extraviado del camino de la esperanza en Jesucristo pero están deseosos en su corazón de encontrar sentido a su vida, de dar y recibir el amor que sólo a través de la misericordia alcanza su plenitud y realiza la tarea del hombre llamado a ser testigo y presente a Cristo en las estructuras de nuestro mundo.

 

En este tiempo de Adviento, con el inicio del Año Jubilar de la Misericordia, podemos unirnos a la intención del Papa Francisco para iniciar un itinerario de crecimiento espiritual a través de la práctica de la virtud divina de la misericordia, que se manifieste en nuestro contacto diario con la familia, el grupo de la Iglesia, en nuestras comunidades, siempre dirigida nuestra mirada amorosa a los más pobres y necesitados de encontrarse con Dios a través de nosotros, poder hacer sentir en esta etapa de preparación donde recordamos el nacimiento de nuestro Señor Jesús esa presencia real de Dios-con-nosotros.

 

Definición: Las obras de misericordia son acciones caritativas mediante las cuales socorremos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales 8.

 

Clasificación:

 

  • Espirituales:

  1. enseñar al que no saber,

  2. dar buen consejo al que lo necesita,

  3. corregir al que está en error,

  4. perdonar las injurias,

  5. consolar al triste,

  6. sufrir con paciencia los defectos de los demás,

  7. rogar a Dios por vivos y difuntos

 

  • Corporales:

  1. dar de comer al hambriento,

  2. dar de beber al sediento,

  3. dar techo a quien no lo tiene,

  4. vestir al desnudo,

  5. visitar a los enfermos,

  6. socorrer a los presos

  7. y enterrar a los muertos

 

 

BIBLIOGRAFIA

 

1 Cfr. Pikaza, X., Palabras de Amor, DDB, 2007, p. 466

2 Cfr. Pikaza, X., Palabras de Amor, DDB, 2007, p. 458

3 Cfr. Pikaza, X., Palabras de Amor, DDB, 2007, p. 462

4 Cfr. Pikaza, X., Palabras de Amor, DDB, 2007, pp. 456-458

5 Exhortación apostólica Evangelii gaudium, n. 37

6 Bula Misericordiae vultus, n. 2

7 Bula Misericordiae vultus, n. 11

8 Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2447

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