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Primera Meditación

“¿QUÉ ES LO QUE VIENEN CONVERSANDO

POR EL CAMINO?” (Lc 24, 16b)

 

Primer momento:

  • Elijo un lugar y me dispongo para unos minutos de encuentro con el Señor.  Relajo el cuerpo, respiro hondo. 

  • Hago la señal de la cruz.

  • Pido esta oración:

 

 

 

Segundo momento:

  • Leo el texto de Lucas 24, 13-19  Dejo que mi corazón vibre con estas palabras. Lo leo cuantas veces sea necesario.

  • Complementación:

  1. En muchos aspectos nos parecemos a los caminantes de Emaús. ¿No estamos, en el fondo de nuestro corazón, también nosotros perdidos?  En el fondo la mayoría de nuestros dolores se pueden resumir en pérdidas, muertes. Hemos perdido tanto. Parece que tanto sacrificio fuese inútil.

  2. De hecho las muertes se instalan en el corazón.  Pérdida de seguridad por culpa de la violencia; pérdida de la inocencia por culpa del abuso; pérdida de la amistad por traición; pérdida de amor por abandono; pérdida de los hijos por mil razones; pérdida de todo por terremotos o incendios, etc.

  3. Pero la peor pérdida es la de la fe, que es la pérdida del  convencimiento de que nuestra vida  no tiene sentido, o que el caminar de nuestra fe es un sacrificio agotador e inservible.  Pero también podemos descubrir que lo perdido lo sentimos como un camino de acercamiento a Dios.

  4. Soñamos algún día con ser personas apreciadas, afortunadas y muy queridas; queríamos ser generosos, serviciales y abnegados; nos propusimos ser compasivos, atentos y benévolos; conciliadores y pacificadores. Pero algo a pasado –y no sabemos bien cómo– pues hemos perdimos estos sueños: y resultamos ser personas preocupadas, angustiadas, aferradas a lo que tenemos e incapaces de hablar con los demás, preocupados del que dirán y de pequeñeces y pelambres.

  5. No todos vivimos todas las perdidas por igual, pero es fácil ver como están presentes en nuestra vida. La pregunta clave para nosotros es ¿Qué hacemos con nuestras perdidas? Muchas veces nos hacemos los lesos, las ocultamos, o tratamos de convencernos que no es nada o pero aún le echamos la culpa a otros. O nos lamentamos, sí, tenemos que lamentarlas, llorarlas, contarlas. El dolor que aflora nos ayuda a ver lo frágil que es nuestra vida. Lo imperfecto que somos. Todo cambia. Pero no sólo quedarse en el lamento, hay que dar una paso mas…

  6. La Eucaristía es el memorial de la muerte de Cristo, de su entrega. Pero este sacrificio-muerte es celebrada como origen de la vida, como alimento que se reparte. Porque el siervo se entregó a si mismo para el rescate de la humanidad y en su entrega hasta la sangre es capaz de dar vida. Celebrar la Eucaristía es dejar de quejarnos de lo malo que están estos tiempos, de lo mala que esta la humanidad. También nosotros celebramos la Eucaristía y ofrecemos nuestras vidas a favor del reino.

  7. Cada vez que llegamos a la Eucaristía llegamos con el corazón herido de perdidas. Como los discípulos de Emaús. “Nosotros esperábamos....” hemos perdido la esperanza y vino la muerte. Estamos abatidos.

  8. El problema de las perdidas es que nos pueden hacer resentidos. Por tantas perdidas algunos podrían decir “la vida me ha engañado”, “no tengo futuro” y “tengo que  defender lo poco que tengo”. El resentimiento es de las fuerzas más destructivas, es ira solapada, escondida.

  9. Sin embargo la Eucaristía presenta otra alternativa. La posibilidad de optar por el agradecimiento. Las lágrimas por nuestros dolores pueden ablandar nuestros endurecidos corazones y abrirnos a dar gracias.

  10. Eucaristía significa “Acción de gracias”. Vivir la vida como una eucaristía es vivirla como un regalo que quiero agradecer. Pero el agradecimiento no es la respuesta más obvia ante las pérdidas. Pero la Eucaristía nos puede llevar de la pérdida a experimentar la vida como un don. La belleza y el valor de la vida podemos relacionarlos con su fragilidad: basta ver una flor o tomar una recién nacido.

  11. Así nos acercamos a la Eucaristía: mezclados entre desesperación y esperanza. Cuando estamos de veras en lo hondo de nuestro corazón, descubrimos por debajo de nuestra falta de fe y de nuestro cinismo, un ansia de amor, de unidad y de comunión.

  • Me pregunto:

  1. Al disponerme para celebrar la Eucaristía ¿Qué llevo para celebrar? ¿Qué le presento al Señor?

  2. ¿Cuáles son mis mayores pérdidas (amigos, familiares, bienes, seres queridos etc.?

  3. Frente a ellas: ¿me quejo amargamente o son fuentes de esperanza?

  4. ¿De qué manera me ayuda la Eucaristía en los sufrimientos?. Recuerda uno en particular

  • Después de todo lo orado en este momento ¿Qué le digo al Señor?. Escribo una breve oración de alabanza, petición, oración, etc.

  • Termino rezando un Padrenuestro y un Ave María.

Tercer Momento:

  • Concluyo este tiempo de oración, dejando 5 minutos para revisar y anotar los frutos de este tiempo de oración.

​                - ¿Logré conectarme con el Señor?, ¿Estuve muy inquieto(a)? ¿Cuál es la razón?

                - ¿Qué cosas me ayudaron y Qué cosas me dificultaron la oración?

                - ¿Qué ha pasado en mi? ¿qué sucedió en mi mundo interior?

Te pido Señor que me ayudes a descubrir a tu Hijo Jesús en la Eucaristía, para poder presentarle mis dolores y pérdidas.

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