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TEMA 5:

ESTAR EN COMUNIÓN CON JESUCRISTO

ES COMPARTIR SU DESTINO

«Yo les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere queda infecundo; pero si muere

dará fruto abundante» Jn 12, 24

 

 Objetivo:

Profundizar lo que significa e implica estar en comunión con Jesucristo para que la existencia se viva

en clave de entrega generosa, generando vida y siendo signos de esperanza en la comunidad.

 

Para tener en cuenta:

 

Para dar la bienvenida y ubicación sugerimos sea a través de diapositivas y si no se tienen los aparatos necesarios, hacerlo en cartulinas o a través de los signos utilizados en las horas anteriores, para retomar lo ya visto y reflexionado.

  • En el ver se puede representar la historia de San Pedro Esqueda.

  • Para la celebración tener listos los carteles con las frases que se indica y el cirio pascual

 

Orden de las diapositivas o carteles

 

1. Diapositiva: Bienvenida

2. ¿Qué hemos visto?

Retomar la experiencia vivida

3. Tema 1 (planta verde)

 

Bienvenida y Ubicación:

 

Buenas tardes, nos hemos reunido para seguir profundizando la invitación que nos hace Dios a vivir en comunión. Esto pide primero acoger el amor que Dios nos ofrece gratuitamente. En este nuestro encuentro, reflexionaremos que estar en comunión con Jesús, el optar por él, por su causa, el vivir y actuar como él vivió, implica compartir su destino, dar la vida para generar vida en torno nuestro, pasar por la experiencia de la entrega diaria para generar vida en nuestras familias y en nuestras comunidades. Los invito en esta tarde a estar con Jesús y dejarnos motivar por su vida y entrega total hasta la cruz que conduce a la vida plena, la experiencia de la Resurrección.

 

Oración inicial:

Iniciemos presentándonos a Dios a través de esta oración:

 

Señor quiero vivir como semilla

Señor quiero ser como un grano de trigo, pequeña semilla, que guarda en su interior la posibilidad de ser pan, para ofrecerse, sencillo, cotidiano, a todo el que lo necesite. Tú nos llamas a ser semilla, Señor y la semilla, que está llena de vitalidad y potencial, debe morir a ser semilla para convertirse en planta y crecer. Tu vida nos muestra que es posible morir para vivir. Entregar todo para ser para la demás... pura ofrenda y la donación. Enséñanos, Señor, a entregar nuestra vida al servicio del Evangelio y al servicio de la vida de los otros. Enséñanos a ser semilla para dar frutos en abundancia.

 

Para crecer, una semilla necesita tierra buena y agua generosa. Señor, tu vida nos muestra que la mejor tierra es la realidad de todos los días y las necesidades de los otros, nos llamas a plantar nuestra semilla en las situaciones que vivimos, en la vida que compartimos, en la tierra de hoy, aquí y ahora. Queremos ser semilla de cambio y Reino en el mundo que vivimos, ¡ayúdanos Señor! Tu ejemplo nos enseña que el agua verdadera es la que nace de la Palabra, pozo de agua viva ofrecida para todos.

 

Enséñanos, Señor, a regar nuestras semillas con tu Palabra. Ayúdanos a conocerla, muéstranos cómo saborear su mensaje, para que impregne nuestra existencia y que empape nuestro caminar. Queremos ser semillas de cambio y Reino; y necesitamos ser fecundados por tu Palabra. ¡Ayúdanos Señor!

 

 

                   VEAMOS

 

Son muchos los que a lo largo de la historia de la salvación y de la Iglesia han escuchado el llamado de Dios, lo han seguido y con la entrega generosa de su vida han testimoniado su fe. San Pedro Esqueda alguien muy cercano a nosotros, mártir de la Diócesis de san Juan de los lagos, ha dado ejemplo de ello, escuchemos con atención su historia:

 

                                                                                                   San Pedro Esqueda nació en San Juan de los Lagos, Jalisco el 29 de abril de                                                                                                                    1887. Siendo monaguillo e infante del coro, ingresó al seminario auxiliar de San                                                                                                          Julián y después de seis años de estudios pasó al conciliar de Guadalajara, donde                                                                                                      concluyó su formación eclesiástica. Presbítero desde el 19 de noviembre de 1916,                                                                                                       desarrolló su ministerio sacerdotal en San Juan de los Lagos con entera sumisión                                                                                                       al párroco buena voluntad y laudable interés .Fue un sacerdote de vida ejemplar:                                                                                                         hombre de oración, humilde, sencillo en sus costumbres y entregado a su labor de                                                                                               pastor y guía para sus feligreses. Mostró especial devoción a Jesús Eucaristía y a la Santísima Virgen, atento a las necesidades de la gente, especialmente de los pobres y necesitados. Los niños ocuparon un lugar privilegiado en su corazón, en ellos volcó todo su amor y sus cuidados, la catequesis fue primordial para él, puso especial atención en la preparación que se impartía a los niños que recibirían por primera vez la Sagrada Comunión. Fue cariñoso y paciente pero también exigente en su trabajo. Siempre celebró la Eucaristía aun en los peores momentos de la crisis religiosa a causa de la persecución por defender su fe.

 

La Sagrada Eucaristía fue el centro de su vida y el eje de su apostolado; para promover el culto organizó la Asociación Cruzada Eucarística. Cuando se suspendió el culto público, el presbítero Esqueda se quedó en su pueblo en calidad de encargado interino de la parroquia. Escondiéndose aquí y allá, pudo permanecer en la población.

 

Cuando alguien le recomendó escapar, contestó: «Dios me trajo, Dios sabrá». La mañana del 18 de noviembre de 1927, el teniente coronel Santoyo, haciendo gala de crueldad, capturó al presbítero Esqueda; se le incomunicó en la abadía de la colegiata de San Juan de los Lagos, transformada en cuartel. Permaneció cuatro días en una pequeña habitación en tinieblas; el tiempo de su prisión en distintas ocasiones fue flagelado. Sufrió en silencio las molestias y tormentos que precedieron su muerte, entre ellos la fractura de un brazo.

Fue apresado y duramente golpeado por un militar que le dijo: «Ahora ya has de estar arrepentido de ser cura»; a lo que contestó dulcemente el padre Pedro: «No, ni un momento, y poco me falta para ver el cielo». El 22 de noviembre el lastimado sacerdote, atado de las manos, fue conducido al lugar del suplicio, Teocaltitán, del municipio de Jalostotitlán, Jalisco, a la salida de la población, el teniente coronel Santoyo localizó un árbol de mezquite cuyas ramas servían como depósito o tapanco de pastura. Con la intención de quemar a su víctima, ordenó al clérigo subirse al árbol encima del rastrojo; pero aunque quiso cumplir el mandato, se lo impidió la fractura del brazo derecho. Ante la inutilidad de sus esfuerzos Santoyo lo colmó de injurias y, acto continuo, le vació la carga de su pistola y murió. Manos piadosas sepultaron el cadáver en Teocaltitán. Después sus restos fueron trasladados a San Juan de los Lagos y actualmente se encuentran en el templo que lleva su nombre, en esta misma ciudad.

 

Preguntas

  1. ¿Qué se te hace significativo de esta historia?

  2. ¿En nuestros días crees que habrá personas dispuestas a testimoniar la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo en sus propias vidas?

  3. ¿Tú por qué estarías dispuesto a dar la vida?

 

 

                       PENSEMOS

                     San Pedro Esqueda, con su vida, dio testimonio de estar en comunión con Jesús y lo manifestó hasta dar la vida por Dios y                          por su causa. Hasta nuestros días sigue siendo ejemplo para nuestros pueblos y Diócesis, para aquellos que desean dar respuesta al proyecto del Padre, como lo hizo Jesús.

 

Recibimos ahora en procesión el Libro de la Palabra de Dios, que es lámpara para nuestros pasos y luz para nuestro sendero. Lo recibimos todos de pie con alegría y respeto mientras cantamos: Tu Palabra me da vida.

 

La colocamos al centro de nuestra asamblea porque es ella, la Palabra de Dios, la que en estos momentos iluminará también nuestras vidas, y será el Espíritu de Jesucristo el que nos impulse también a nosotros a dar nuestra vida con generosidad.

 

Se proclama con mucho respeto el siguiente texto

 

(Jn 12,24- 26)

«Yo les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere queda infecundo; pero si muere dará fruto abundante. Quien aprecie su vida terrena, la perderá; en cambio, quien sepa desprenderse de ella, la conservará para la vida eterna. Si alguien quiere servirme, que me siga; correrá la misma suerte que yo. Todo aquel que me sirva será honrado por mi Padre».  Palabra de Dios.

 

Preguntas

Hagamos hablar al texto:

  1. ¿Qué dice el texto?

  2. ¿A quiénes se los dice? ¿Qué significa: quien aprecie su vida terrena la perderá y quien se desprenda de ella la conservará?

  3. ¿Qué actitudes nos invita vivir Jesús?

  4. ¿A que me invita este texto?

 

Jesús desde el inicio de su misión, visualiza el final de su vida y se refiere a él como su «hora». Jesús compara su muerte con el grano de trigo que muere en la tierra para germinar en espiga, porque sabe que el morir generará vida abundante.

 

Es la hora en que se gesta el triunfo porque con su entrega vence a la muerte, generando vida y posibilidades para los demás. Jesús está en intima comunión con el Padre por eso es capaz de captar el querer del Padre, a pesar de las circunstancias tan adversas en torno a su muerte, y con toda libertad y conciencia entrega la vida para generar vida a la humanidad.

 

Desde nuestro Bautismo estamos llamados a seguir a Jesús. A optar por él y a vivir como Él, incluso llegar hasta dar la vida como Él lo hizo por nosotros Hablamos de una entrega plena a pesar de las dificultades por las que se tiene que pasar al optar por la causa de Dios. Vivir en comunión con Jesús es mirar y enfrentar la vida como El, desde la perspectiva de entrega total, de donación, generando posibilidades y vida para la humanidad.

 

Jesús estaba convencido de que no se puede producir vida sin dar la propia. La vida es fruto del amor y no brota si el amor no es pleno, si no llega al don total. Amar es darse sin escatimar nada; hasta desaparecer, si es necesario. En la imagen del grano que muere en la tierra, la muerte es condición para que se libere toda la energía vital que contiene. El fruto comienza en el mismo grano que muere. Dar la propia vida es la suprema medida de amor: «Quien tiene apego a la propia vida, la pierde». Jesús era consciente de que sólo queda lo que damos. Y se decidió a dar lo único que le quedaba: la vida.

 

Sin posesiones, sin dinero, sin honores, sin dignidad, sin amigos, solo, subió al suplicio. Su muerte, semilla de vida, fue consecuencia inevitable de un amor sin límites a los despojados de la sociedad, de un compromiso solidario con el pueblo, de una denuncia tenaz y abierta de la opresión.

 

Quien aprecie su vida terrena, la perderá; en cambio, quien sepa desprenderse de ella, la conservará para la vida eterna. Si alguien quiere servirme, que me siga; correrá la misma suerte que yo. Todo aquel que me sirva será honrado por mi Padre» En esta declaración solemne y central explica Jesús se producirá el fruto de la misión, suya y de los discípulos. No se genera vida sin dar la propia. La vida es fruto del amor y brota según la medida del amor.

 

En realidad, la muerte de la que habla Jesús no es un suceso aislado, sino la culminación de un proceso de donación de sí mismo; se presenta como el último acto, que sella definitivamente la entrega continua. Lo que expresa y vive Jesús implica que la fecundidad no depende de la transmisión de un mensaje doctrinal, sino de la práctica de un amor hasta el fin.

 

El temor a perder la vida es el gran obstáculo a la entrega. Poner límite al compromiso por apego a la vida es condenarla al fracaso, pues este apego lleva a todos los abandonos. Por el contrario, estar dispuesto a arriesgar la vida, desafiando la oposición de la sociedad injusta, no significa frustrar la propia existencia, sino llevarla a su completo éxito.

 

Ha advertido Jesús que el secreto de la fecundidad está en la entrega de la propia vida. Ahora invita a seguirlo en ese camino (el que quiera ayudarme, que me siga), es decir, colaborar en su misma tarea, aun en medio de la hostilidad y persecución.

 

 

El lugar de Jesús (allí donde yo estoy) es el de la plenitud del amor que va a demostrar en la Cruz, de donde brotará el fruto, la vida. Es ahí donde debe estar el que vive en comunión con Jesús. El hombre libre creado por Dios es dueño de su vida y por eso puede darla como la dio Jesús. Posee su presente, y en cada ocasión puede entregarse al máximo. Eso precisamente significa «morir»: no porque otros la arrebaten, sino ir entregándola como don libre de sí. Esa entrega va comunicando vida a otros y acrecentándola en el hombre mismo. Con esta actividad de amor, el discípulo se va haciendo «hijo de Dios», y, aunque «el mundo» lo margine y le quite la honra, el Padre lo honrará acogiéndolo como a hijo suyo.

 

Sólo el grano de trigo que muere da mucho fruto. Esta brevísima parábola es la lección fundamental del Evangelio entero, el punto máximo del mensaje de Jesús: el amor oblativo, el amor que se da a sí mismo, y que por ese perderse a sí mismo, por ese morir a sí mismo, genera vida. Estamos ante una de las típicas «contradicciones » del evangelio: «perder» la vida por amor es la forma de «ganarla» para la vida eterna (o sea, de cara a los valores definitivos); morir a sí mismo es la verdadera manera de vivir, entregar la vida es la mejor forma de retenerla, darla es la mejor forma de recibirla.

 

Perder-ganar, morir-vivir, entregar-retener, dar recibir… Parecen dimensiones o realidades contradictorias, pero no lo son en realidad. Llegar a darse cuenta de que no hay tal contradicción, captar la verdad de la contradicción, es descubrir el evangelio.

 

El ser humano se caracteriza por ser capaz de amar. Por ser capaz de salir de sí mismo y entregar su vida o entregarse a sí mismo por amor. La humanización sería ese «descentramiento» de sí mismo, que es centramiento en los demás y en el amor. La parábola que estamos reflexionando expresa un punto alto de esa maduración de la Humanidad; tanto, que puede ser considerada como una expresión resumida de la cima del amor. En el fondo, esta parábola equivale al mandamiento nuevo: «Este es mi mandamiento, que se amen los unos a los otros ‘como yo’ les he amado; no hay mayor amor que ‘dar la vida’» (Jn 15,12-13). Las palabras de Jesús tienen ahí también pretensión de síntesis; ahí se encierra todo el mensaje del Evangelio. Si las semillas somos nosotros, ¿a qué debemos morir? ¿Qué grado de comunión tienes con Jesús? ¿Eres capaz de donar la vida y entregarla para que otros la tengan?

 

Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo. ¿Me resisto a dar vida y a dar la vida en las pequeñas cosas de cada día y en los grandes momentos de la vida? ¿He captado que la ley evangélica es de dar la vida por amor? ¿Estoy dispuesto a aceptar esa «muerte» para vivir?

 

El documento de Aparecida retoma la exigencia de este seguimiento y el destino de aquel que se dispone a seguir al maestro. «Identificarse con Cristo es también compartir su destino: «Donde yo esté, estará también el que me sirve» (Jn 12, 26). El cristiano corre la misma suerte del Señor, incluso hasta la cruz. «Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga» (Mc 8,34). Nos alienta el testimonio de tantos misioneros de mártires de ayer y de hoy en nuestros pueblos que han llegado a compartir la cruz de Cristo hasta la entrega de su vida» (DA149).

 

La vida de Jesús es una donación cada día que culmina en la entrega total de su vida y esta ofrenda es vida para los demás, haciendo presente el Reino de Dios.

«Jesucristo verdadero Dios y verdadero hombre, con las palabras y acciones, con su Muerte y Resurrección, inaugura en medio de nosotros el Reino de vida del Padre, que alcanzará su plenitud allí, donde no habrá más «muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor, porque todo lo antiguo ha desaparecido» (Ap 21,4). Durante su vida y con su muerte en cruz, permanece fiel a su Padre y a su voluntad (cf. Lc 22,42). Durante su ministerio, los discípulos no fueron capaces de comprender que el sentido de su vida sellaba el sentido de su muerte. Mucho menos podían comprender que, según el designio del Padre, la muerte del Hijo era fuente de vida fecunda para todos (cf. Jn 12, 23- 24). El Misterio Pascual de Jesús es el acto de obediencia y amor al Padre y de entrega por todos sus hermanos, mediante el cual el Mesías dona plenamente aquella vida que ofrecía en caminos y aldeas de Palestina. Por su sacrificio voluntario, el Cordero de Dios pone su vida ofrecida en las manos del Padre, quien lo hace salvación para nosotros. Por el Misterio Pascual, el Padre sella la nueva alianza y genera un nuevo pueblo, que tiene por fundamento su amor gratuito de Padre que salva» (DA 143).

 

Jesús con la entrega generosa de su vida, da el «SI» al proyecto del Padre, nos abre la posibilidad de mirar y vivir la vida con un sentido de búsqueda a la voluntad de Dios, de donación y entrega, nosotros al vivir en comunión con Jesús estamos llamados a compartir su mismo destino, a experimentar que la vida tiene sentido solo cuando se dona, se entrega a favor de la causa del Padre, a favor de los demás, de esta manera nuestra vida se vuelve plena, autentica, con sentido, que genera vida para los demás.

 

Estar en comunión con Jesús, es vivir en actitud de desprendimiento, de entrega, para saber y descubrir lo verdaderamente importante en la vida: EL AMOR Y LA MISERICORDIA DE DIOS.

 

                           ACTUEMOS

                             Contempla la persona de Jesús y descubre los rasgos de su entrega y ¿tú en donde te ubicas? ¿En tu seguimiento te                                       identificas con Cristo compartiendo su destino?

 

¿Jesús cómo vivió? ¿Yo cómo he vivido? ¿En qué momentos me he resistido a dar vida en las pequeñas cosas de cada día y en las grandes oportunidades de la vida?

 

Jesús se entregó por… Yo me entrego por… ¿A qué tengo que morir para dar vida?

 

¿Para qué da la vida Jesús? ¿Por qué estaría dispuesto a dar la vida? ¿Qué rasgos quiero tener en mi entrega diaria?

 

 

                              CELEBREMOS

                             Para esta celebración se hace un circulo con todos los participantes, y en el centro se enciende el Cirio Pascual que es                                 signo de la presencia de Jesús que entrego la vida por nosotros y de la presencia del Padre que lo resucita generando                                    vida para toda la humanidad.

 

Ante una época que ha traído crisis de sentido, afectando el sentido profundo de la vida, en donde se ha desvanecido la concepción integral del ser humano, su relación con el mundo y con Dios, surgiendo con gran fuerza una sobrevaloración de la subjetividad individual, debilitando el individualismo los vínculos comunitarios, dejando de lado, la búsqueda del bien común por dar paso a la realización personal, se ha devaluado el valor de la donación, la entrega en los actos ordinarios de la vida a favor de los demás, hoy como comunidad parroquial queremos dar el «si» al proyecto del Padre, como lo hizo Jesús, que fue capaz de entregar la vida a favor de la humanidad, sabemos que vivir en comunión con Jesús, implica vivir en comunión entre nosotros, pide la donación y entrega de nuestra vida a favor de nuestras comunidades y pueblos, hoy estamos dispuestos a reconocer y hacer presente el Reino de Dios entre nosotros, por eso con el Padre Nuestro renovamos nuestro deseo instaurar el Reino de Dios y juntos hacemos  decimos:

 

En comunión con Jesús presente en esta comunidad, oramos juntos pidiendo al Padre que deseamos con nuestra vida instaurar su Reino.

 

PADRE NUESTRO DE LA COMUNIDAD

 

Se lleva un letrero que diga: Gloria a Dios en el cielo y aquí en nuestra tierra

 

Padre Nuestro que estás en el cielo y acompañas nuestro peregrinar sobre la tierra; nuestra comunidad quiere ser un reflejo del misterio de tu vida íntima y de tu amor fecundo y creador. Tus nos encomendaste la misión de hacerte presente y visible en medio de la sociedad, por la autenticidad de nuestras relaciones fraternales y por la generosidad fecunda de nuestro amor. La aventura de nuestra experiencia comunitaria es posible porque tú estás con nosotros.

 

Se lleva un letrero: Dios sea bendito

 

Santificado sea tu nombre que sea bendito y alabado por todos los que nos vean vivir. Santificado sea tu nombre, Padre, por nuestra tarea generosa y responsable. Bendito sea el nombre de tu Hijo, Padre, por cada uno de los hijos de esta comunidad. Alabado sea el nombre de tu Espíritu, Padre, por el amor que nos une a todos alrededor de la misma mesa.

 

Se lleva un letrero: Reino de Dios, Reino del Amor

 

Venga tu Reino, de paz, de justicia y de amor. Que nuestra comunidad sea célula viviente de tu Reino para la transformación de la sociedad; una comunidad evangelizadora para la renovación de la Iglesia; una escuela de virtudes donde todos aprendamos a vivir de acuerdo al Evangelio de tu Hijo Jesús. Y tu Reino comenzado será visible en medio de nosotros.

 

Se lleva un letrero: Ayúdanos a hacer tu voluntad

 

Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo. Que estemos atentos a descubrir, aceptar y realizar fielmente lo que esperas de cada uno de nosotros. Ayúdanos a respetar tu presencia y tu voluntad en la originalidad de la vocación de cada uno, para que nuestra comunidad esté al servicio de la sociedad, favoreciendo la realización plena de cada uno de nosotros.

 

Se lleva un letrero: Sé siempre nuestro alimento

 

Danos hoy nuestro pan de cada día, para que podamos continuar la misión que nos encomendaste; danos trabajo honesto, para que ganemos nuestro pan prestando servicio a los hermanos. Te ofrecemos nuestro esfuerzo compartido para que todas nuestras comunidades tengan el pan de cada día sobre la mesa fraternal. Y te ofrecemos nuestra mesa para compartir contigo nuestro pan y nuestra amistad, cuando llames peregrino a nuestra puerta en los pobres y los amigos que nos visiten.

 

Se lleva un letrero: Perdónanos y ayúdanos a perdonar

 

Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Perdona nuestros egoísmos e individualismos, causa de nuestras impaciencias y de nuestras incomprensiones, de nuestra intolerancia y de nuestra falta de diálogo. Perdona nuestro egoísmo comunitario, que nos encierra muchas veces en nuestra comodidad y nos aísla de la situación de la sociedad, haciéndonos insensibles e indiferentes ante los problemas y las necesidades de los otros. Perdona que nos olvidemos de ti, y que sólo te recordemos en momentos difíciles. Ayúdanos con tu amor a comprendernos y a perdonarnos mutuamente, como tú nos perdonas a nosotros.

 

Se lleva un letrero: Queremos vivir siempre en Ti

 

No nos dejes caer en la tentación, de edificar una comunidad tan cerrada que el egoísmo mate el amor por asfixia; y de dejarnos arrastrar por el ritmo de una actividad descontrolada, sin guardarnos tiempo para el encuentro personal entre nosotros y contigo, hasta matar todo el calor de la intimidad. No nos dejes caer en la tentación de correr alienados tras el dinero y las cosas; porque es posible y mejor una comunidad feliz en su pobreza que una comunidad desecha en la abundancia y la comodidad de la riqueza.

 

Se lleva un letrero: Líbranos del mal

 

Y líbranos del mal. Sí, Padre, líbranos del único mal terrible y total, que está en la raíz de todos los males. Líbranos del mal de dejar que el amor se apague y se muera. Porque si muere el amor todo será una gran mentira en nuestra comunidad.

 

Se lleva un letrero: Amén. Así sea

 

Amén. Sí, Padre, Te damos gracias porque nos invitaste a vivir el amor en la alegría de la comunidad. Aceptamos una vez más la misión que nos confiaste, y nuestra comunidad será un signo de tu presencia porque Jesús está con nosotros y tu Espíritu de amor y de vida habita en nuestros corazones.

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