TEMA 4
"JESUCRISTO, SEÑOR DEL UNIVERSO"
Objetivo:
Conocer y descubrir la belleza, la grandeza de nuestro Señor
Jesucristo y dejarse cautivar por Él.
Oración:
Señor, tuyo soy, para ti nací, me pongo totalmente en tus
manos para escuchar durante esta charla tu voz, para
comprender tu grandeza y experimentarte en lo más profundo
de mi ser. Me pongo delante de ti en este momento de oración. Te veo y no puedo dejar de asombrarme ante tu belleza. Abre mi corazón, mi entendimiento para conocerte, para redescubrir tu presencia en cada circunstancia de la vida y así saber que el Rey de Reyes siempre está cuidando mis pasos.
Canto:
Me llamaste, Luis Pedraza -LINK
Perfume a tus pies, Fernanda Campuzano -LINK
Hecho de vida:
¿Cuánto vale el soldado?
Un hombre rico y su hijo tenían gran pasión por el arte. Tenían de todo en su colección, de los cubistas como Picasso, de los impresionistas como Monet y Degas, incluso de Rafael y Murillo. Muy a menudo, padre e hijo se sentaban juntos a admirar las grandes obras de arte y discutían sobre lo que el artista trataba de comunicar con su obra.
Desgraciadamente, el hijo fue a la guerra. Demostró gran valor y murió en la batalla mientras rescataba a otro soldado. El padre recibió la noticia y sufrió profundamente la muerte de su único hijo.
Al año siguiente justo antes de Navidad, alguien toco a la puerta. Era un joven con un gran paquete en sus manos y le dijo al padre:
-Señor, usted no me conoce, pero yo soy el soldado por quien su hijo dio la vida. Él salvo a otros compañeros ese día, y me estaba llevando a un lugar seguro cuando una bala le atravesó el pecho, muriendo instantáneamente. Él hablaba muy a menudo de usted y de su amor por el arte.
El muchacho extendió el paquete diciendo:
-Yo sé que esto no es mucho. No soy un gran artista, pero creo que a su hijo le hubiera gustado que usted recibiera esto.
El padre abrió el paquete. Era un retrato de su hijo, pintado por el joven soldado. Él contempló con profunda admiración la manera en que el soldado había capturado la personalidad de su hijo en la pintura. El padre estaba tan atraído por la expresión de los ojos de su hijo que los suyos propios se arrasaron de lágrimas. Le agradeció al joven soldado y ofreció pagarle por el cuadro.
- ¡Oh, no señor! –Protestó- yo nunca podría pagarle lo que su hijo hizo por mí, por favor tómelo como regalo.
El padre colgó el retrato arriba de la repisa de su chimenea.
Cada vez que los visitantes e invitados llegaban a su casa, les mostraba el retrato de su hijo antes de mostrar su famosa galería.
El hombre murió unos meses más tarde y se anunció una subasta de todas las pinturas que poseía. Mucha gente importante y de influencia acudió con grandes expectativas de hacerse con un famoso cuadro de la colección.
El día de la subasta sobre la plataforma estaba el retrato del hijo. El subastador golpeó su mazo para dar inicio a la subasta:
-Empezaremos los remates con este retrato estupendo del hijo del dueño de esta hermosa colección. ¿Quién ofrece 500 dólares por este retrato?
Hubo un gran silencio.
Entonces una voz del fondo de la habitación gritó:
- ¡Queremos ver las pinturas famosas! ¡Olvídate de esa!
Sin embargo, el subastador persistió:
-¿Alguien ofrece algo por esta pintura? ¿200 dólares? ¿100 dólares?
Otro de los presentes interrumpió exasperado:
-¡No venimos por esa pintura! Venimos a ver los Van Gogh, los Rembrandt ¡Vamos a las ofertas de verdad! Pero aun así el subastador continuaba su labor y preguntaba.
-¿El hijo? ¿Quién se lleva el hijo?
Finalmente, una voz se oyó desde muy atrás del cuarto:
-¡Yo doy 20 dólares por la pintura!
Era el viejo jardinero del dueño de aquella colección, que había asistido por curiosidad a la subasta y siendo éste muy pobre, era lo único que podía ofrecer.
-Tenemos ¡20 dólares! ¿Quién da 25? Grito el subastador.
-¡Dásela por 20! ¡Muéstranos de una vez las obras maestras!, gritaban algunos con enfado.
-¡20 dólares es la oferta! ¿Dará alguien 25? ¿Alguien da más?, insistió.
El murmullo de la gente indignada iba subiendo de tono. No tenían ningún interés en la pintura del hijo. Querían las que representaban una valiosa inversión para sus propias colecciones.
El subastador golpeo por fin el mazo:
-¡20 dólares a la una!, ¡20 dólares a las dos!, ¡20 dólares a las tres! ¡Vendida al caballero por 20 dólares!
Un hombre que estaba sentado en segunda fila gritó feliz:
-¡Por fin! Ahora empecemos con la colección.
Pero el subastador soltó su mazo y declaró:
-Lo siento mucho damas y caballeros, pero la subasta llegó a su final.
Los asistentes no podían creer lo que acababan de oír.
-Pero, ¿qué hay de las pinturas? ¿Y los Van Gogs y los Rembgrandts?, inquirían desconcertados.
-Lo siento señores, -aclaró el subastador- cuando me llamaron para conducir esta subasta, se me dijo de un secreto estipulado en el testamento del dueño. Yo no tenía permitido revelar esta estipulación hasta este preciso momento. Solamente la pintura del Hijo sería subastada. Aquel que la comprara, heredaría absolutamente todas las posesiones de este hombre, incluyendo las famosas pinturas. ¡El hombre que compró el Hijo, se queda con todo!
Iluminación:
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su único Hijo para que el que todo el que crea en El sino que tenga vida eterna. ¡El Hijo! ¡El Hijo! ¿Quién es para ti el Hijo? ¿Cuánto ofreces por el Hijo? ¿Cuánto vale para ti el Hijo? ¿Cuánto arriesgas de tus bienes por el Hijo? ¿Cuánto le apuestas a el Hijo?
El que tiene el Hijo; lo conoce y lo ama, lo tiene todo. No ha habido en la historia de la humanidad persona tan controvertida como Jesucristo.
Ya se ve claro en la respuesta que dan los discípulos a la pregunta del Maestro: Para unos es un personaje importante: Juan el Bautista, Elías, Jeremías u otro de los profetas. Nunca ha negado nadie, que Jesús ha sido un hombre importante en la historia humana. Alguien con una personalidad capaz de arrastrar tras sí a la gente, no sólo en su tiempo, sino siempre.
Lo que no todos son capaces de descubrir es la razón íntima por la que Jesús atrae. La respuesta la da San Pedro cuando contesta: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo» Para ello hace falta; como Jesús le dice a Pedro, que lo revele el Padre eterno. Hace falta la fe, que es un don de Dios. No se puede entender a Jesucristo si no se cree que ese hombre, que llamamos Jesús de Nazaret, encierra en sí mismo un misterio: La Segunda Persona divina, el Verbo, sin dejar de ser Dios, se hizo hombre al asumir la naturaleza humana.
Para comprender las palabras de San Pedro meditemos con ojos del apóstol algunos pasajes evangélicos de la vida pública de Nuestro Señor Jesucristo y pidámosle la gracia que como él, también podamos conocerle y llamarle Rey del mundo, Hijo de Dios.
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Jesús ante la naturaleza.
San Marcos 4, 35-41
Aquel mismo día, ya caída la tarde, les dijo: “Pasemos a la otra orilla”. Y dejando a la gente, lo llevaron con ellos en la barca tal como se encontraba. Se levantó entonces una fuerte borrasca y las olas saltaban por encima de la barca, de suerte que estaba a punto de llenarse. Y Jesús estaba durmiendo sobre un cabezal en la popa. Ellos lo despertaron y le dijeron: “Maestro, ¿no te importa que perezcamos?” Él se levantó, increpó al viento y dijo al mar: “¡Calla! ¡Cálmate!” Y el viento cesó y se hizo una gran calma. Después les dijo: “¿Por qué son tan miedosos? ¿Por qué no tienen fe?” Ellos quedaron sumamente atemorizados y se decían unos a otros: “¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?”
Jesús está cansado, ha trabajado en su misión durante el día, les pide a sus apóstoles que le lleven en la barca a la otra orilla. Y como todo ser humano cansado se queda dormido. Podemos entender que verdaderamente estaba cansado, ya que dormirse en medio de una gran tormenta que casi inunda la barca no es cosa fácil y verdaderamente sorprendente.
Surge el temor de los apóstoles y el miedo natural a morir. El viento es fuerte, las barcas suben y bajan, pueden volcar, pueden hundirse. Se quejan del peligro, con aparente crítica al mismo Jesús que no hace nada ante el peligro.
Le despiertan y, con gesto imponente, clama al viento que enmudezca, y esta criatura le obedece. Nuestro Señor tiene dominio total sobre la creación. La calma vuelve de repente al pequeño mar. Preguntémonos: ¿acaso existe alguien en la historia con tal poder sobre el viento o sobre el mar?
Jesús les reprende por su poca fe, no se quejan, no murmuran, no protestan, y emerge en ellos el respeto ante alguien que es más que un maestro de vida coherente, y se preguntan: ¿Quién es éste? Aún le conocen poco, y nosotros de igual manera necesitamos introducir en nuestra fe el dato de que Cristo es Señor de todo, el Rey de reyes, es el mismo Dios con nosotros. Cristo no está lejos de nosotros; duerme junto al timón, para que cuando nuestra fe desfallezca, cuando estemos tristes y desamparados, Él tome el timón de nuestra vida. Él puede y desea ardientemente habitar en nosotros, salvarnos de cualquier tempestad, le basta nuestra fe y confianza.
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Jesús y las enfermedades.
San Lucas 5, 12-13
Estando Jesús en una ciudad, un hombre lleno de lepra, al verlo, cayó sobre su propio rostro, y le suplicaba: “Señor, si quieres, puedes limpiarme”. Extendiendo Jesús la mano, lo tocó, diciendo: “Quiero; queda limpio” e inmediatamente lo dejó la lepra.
Según el diccionario de medicina la lepra provoca úlceras cutáneas, daño neurológico y debilidad muscular que empeora con el tiempo.
Algunas de sus síntomas incluyen:
Los síntomas incluyen:
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Lesiones cutáneas que son más claras que el color normal de la piel
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Lesiones que presentan disminución de la sensibilidad al tacto, al calor o al dolor.
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Lesiones que no sanan después de algunas semanas o meses.
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Debilidad muscular.
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Entumecimiento o ausencia de sensibilidad en manos, brazos, pies y piernas.
La lepra era (y sigue siendo) una enfermedad espantosa, porque excluía de la comunión con el pueblo de Dios. El leproso, además de ser visto como un castigo de Dios, era un enfermo del que había que huir, en nombre de la ley y de la higiene.
La lepra era la imagen más apropiada de todo lo que es impuro, tanto desde el punto de vista moral como religioso. La relación con un leproso ensuciaba, lo mismo que el contacto con un cadáver. Por eso, se le consideraba como un muerto. Y una curación se tomaba como una verdadera resurrección.
Este hombre enfermo, exiliado de su pueblo viene a Jesús con el rostro en tierra y le dice si Tú quieres puedes limpiarme. Nuestro Señor escucha a este pobre hombre. Jesús, no le recomienda al leproso que acepte la condición deshonrosa por razones de salud pública y por la salvación del alma, sino que le dice: “Quiero, queda limpio”. No le exhorta “ten paciencia, aguanta”, sino que con su gran poder sanador le cura y le hace entender: no acepto, no puedo soportar que te sigan tratando de esta manera, que aguantes esta vergonzosa discriminación.
Jesús desafía al contagio, no evita el contacto con el impuro. No duda en infringir el reglamento, romper el cordón sanitario, hacer saltar los mecanismos de exclusión. Jesús suprime las fronteras, tira los muros de separación, salta por encima de los prejuicios, no acepta las discriminaciones raciales o religiosas. A los ojos de Cristo solamente existe el hombre sin adjetivos, con quien entablar una relación, una amistad, un intercambio.
El evangelio de San Marcos 1, 45, nos narra el desenlace de esta hermosa historia. Y es que, este hombre en cuanto se retiró, comenzó a contar a todos lo ocurrido, por tanto, Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que andaba fuera de poblado, en lugares solitarios.
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Jesús ante la muerte.
San Juan 11, 32-44
Cuando María llegó donde estaba Jesús, al verlo se echó a sus pies, diciendo: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto”. Y Jesús, al verla llorar y que los judíos que la acompañaban también lloraban, se estremeció interiormente, y conturbado, dijo: ¿Dónde lo han puesto?” “Ven, le dijeron, y verás”. Jesús lloró. Por lo cual decían los judíos. “Mira cómo lo quería”. Pero algunos, en cambio, dijeron: “¿No pudo éste que abrió los ojos al ciego, hacer también que Lázaro no muriese?”
Jesús se estremeció otra vez cuando llegó al sepulcro, que era una cueva con una piedra puesta en la entrada. Dijo Jesús: “Quitad la piedra”. Pero Marta, la hermana del difunto, le dijo. “Señor, ya huele, pues está de cuatro días”. Jesús le respondió: “¿No te dije que, si crees, verás la gloria de Dios?” Quitaron entonces la piedra. Jesús elevó los ojos al cielo y dijo: “Padre, te doy gracias porque me escuchaste. Yo bien sabía que siempre me escuchas, pero lo he dicho a causa de la multitud que me rodea, para que crean que Tú me has enviado”. Y dicho esto, gritó con voz fuerte: “¡Lázaro, sal fuera!”. Y salió el muerto, atado de pies y manos con vendas y envuelta la cara en un sudario. Jesús les dijo: “Desátenle para que ande”.
El Señor amaba a su amigo Lázaro, Jesús tenía amigos con los que descansaba. María y Marta, hermanas de Lázaro también eran sus amigas.
Unos versículos antes, Marta habla con Jesús y se puede deducir que está molesta, ella le dice: “Señor si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano”, se lo echa en cara, está enojada, sin embargo, no deja de confiar en su amigo, “pero aún ahora yo sé que cuanto le pidas a Dios, Dios te lo concederá”. Jesús le dice: “tu hermano resucitará”. Esta mujer está desesperada y Él lo sabe.
Un cuerpo sin alma no es nada, un cuerpo cuando recién muerto, se seca, se hace como pasita, como si se arrugara, rápidamente; cuando el alma deja el cuerpo, las manos, la piel se resecan, los parpados se hunden, todo el cuerpo rápidamente se seca.
La presencia del alma humana es todo, un cuerpo sin alma es como mirar nada. Imaginemos el cuerpo de Lázaro después de cuatro días, es un cadáver en descomposición. Por eso Martha le dice ya huele, ya son cuatro días.
Jesús le dice no te he dicho que si crees en mí verás la gloria de Dios.
Quitaron la piedra y Jesús levantando los ojos a lo alto agradece a Dios y grito con fuerte voz: “¡Lázaro, sal fuera!”. Jesús ordena, como al viento, “Cállate”, como a demonio: “Sal de aquí”.
¡Imagina la escena, un cadáver de cuatro días, cuatro días! Que sale caminando del sepulcro.
¡Que increíble! Yo no conozco ningún fundador de religión alguna, ni Mahoma, ni Buda, ni Gandhi que hayan hecho estas cosas. Y que fácil nos dejamos sorprender por otras espiritualidades, por otras religiones, pero, ¿tú sabes lo que hizo Cristo?, ¿Tú sabes quién es Cristo? Yo creo que no sabemos y desconocemos a Cristo, no nos damos cuenta de quién es.
Conclusión:
Jesús no solo es dueño de la creación, es dueño y Señor de sí mismo, para muestra basta leer las tentaciones (Mt. 4, 1-8; Mc. 1, 12-13; Lc. 4, 1-13). Si es cierto como acabamos de meditar en los puntos anteriores que Cristo, se enfrenta con la muerte, se enfrenta con la enfermedad, con la naturaleza, con los demonios, pero el Señor como hombre también tuvo que enfrentarse a sí mismo. El dominio que tuvo sobre sí para enfrentar la voluntad del Padre en el huerto de Getsemaní.
¿Quién es para ti Jesucristo?, ¿es una figura que te sorprende?, ¿te sientes atraído por Él?, ¿acudes a Él ante tus dificultades?, ¿confías en Él, en su poder y su misericordia?, ¿tienes tu confianza puesta en Él como estos personajes del evangelio?, ¿estás dispuesto a dejarte trasformar por Él y hacer su voluntad?, ¿dejarías en sus manos todo lo que tienes?, ¿lo dejarías habitar en ti?, ¿permitirías que Él fuera el dueño y Señor de tu mente, tus pensamientos y toda tu vida?
Hoy te hace estas preguntas y lo único que quiere es oír una respuesta de amor. Quiere habitar en ti, transformar tu vida como lo hizo con el leproso, con Lázaro, con los apóstoles y con el endemoniado. Desea que como San Pablo podamos ser todos suyos y sea Él quien viva en nosotros.
Dinámica:
Jesús es mi Señor de mi mente y mi pensamiento.
MATERIAL:
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Coronas del material anexo, elaboradas previamente de papel o cartoncillo.
Dentro de ellas se escribirá una de las siguientes frases:
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De mi familia y mis amistades
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De mi pasado, presente y futuro
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De mi trabajo o estudios
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De mi salud o enfermedad
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De mi pobreza o riqueza
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De mi cuerpo y de mi alma
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De mi sexualidad y emotividad
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De mi hogar y bienes materiales
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De mi esperanzas y temores
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De mi vida política y social
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De mi imaginación y memoria
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De mi inteligencia y voluntad
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De mis ojos y oídos, manos y pies
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De mi manera de divertirme
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De mi manera de comer, beber, vestir, pensar y hablar. ETC…
PROCEDIMIENTO:
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Se entregará una corona que lleva cada una de las frases anteriores a cada asistente.
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El que dirige leerá lo siguiente: “Si Jesús todavía no es el Señor de tu existencia, hoy es el momento que lo puedes proclamar como tal”
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Enseguida, viene la proclamación verbal del señorío de Jesús, sobre todas las áreas de la vida. Se les mencionará que los que quieran rendir a Jesús todos los aspectos de su vida van contestando al término de la lectura de cada frase: “Jesús es mi Señor”
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Para concluir todos repiten la siguiente oración:
ORACIÓN
Jesús, yo creo que en tu resurrección Dios te glorificó, te llenó del Espíritu Santo y te dio un nombre que está sobre todo nombre. Doblo mis rodillas ante ti en señal de que te reconozco como mi Señor, el Dueño de toda mi vida y me rindo totalmente a Ti a tu santa voluntad para que hagas de mi lo que quieras.
Ya no quiero Señor, ser el centro de mi vida. Toma Tú la dirección de toda ella. Te proclamó, mi único Señor. No quiero servir ni al dinero ni al placer, ni a ningún otro vicio que me aparte de ti que sea como María, un esclavo y servidor de tu palabra. Te abro completamente la puerta de mi corazón. Entra en mí y quédate conmigo toda la vida. Amén.
Al final encontrarás una sugerencia de corona
Compromiso:
Asistir a hora Santa buscando tener un encuentro personal con Jesús. Pedirle la gracia de experimentar su grandeza, agradecerle todo el bien que ha hecho en mí y pedirle que habite en mi alma por siempre.
Se sugiere y se recomienda que se haga la Adoración después del tema.
Oración final:
Señor, Tú me has cautivado y no he podido resistirte.
Largo tiempo escapé, pero me perseguías, yo corría en zigzags, pero Tú lo sabías.
Me alcanzaste. Y yo me debatí. ¡Me venciste!
Y hoy heme aquí, Señor: he dicho “si” cansado y sin aliento, a pesar mío casi.
Yo estaba allí, temblando, como un vencido a merced del vencedor, cuanto Tú pusiste sobre mí tu mirada de Amor.
Ya está hecho, Señor, ya no podré olvidarte, en un instante Tú me has conquistado, en un instante Tú me has cautivado, has barrido mis dudas, mis temores volaron.
Te reconocí sin verte, te sentí sin tocarte, te comprendí sin oírte.
Ya estoy marcado con el fuego de tu amor, ya está hecho: nunca podré olvidarte.
Ahora yo te sé presente junto a mí, y trabajo en paz bajo tu mirada de Amor, ya no he vuelto a saber lo que es tener que hacer esfuerzos para orar: me basta levantar los ojos de mi alma hacía Ti para encontrar tus ojos y no hace falta más: nos comprendemos, todo está claro, todo es paz.
En algunos momentos – oh, gracias Señor – vienes irresistible a invadirme como un brazo de mar que lento inunda la playa.
O bruscamente me coges como el amante estrecha a la esposa que se abandona a él.
Y yo no evito nada: cautivo como estoy, te dejo hacer, seducido, contengo la respiración, y todo el mundo se desvanece, Tú detienes el tiempo.
¡Ah, cómo quisiera que estos minutos durasen horas y horas!
Cuando Tú te retiras dejándome encendido, trastornado de gozo, yo no sé cosas nuevas pero sé que Tú me posees más aún, alguna nueva fibra de mi ser queda herida, la quemadura ha crecido y yo estoy un poco más cautivo de tu amor.
Señor, sigues haciendo el vacío en torno a mí, pero ahora de un modo muy distinto: es que Tú eres demasiado grande y eclipsas todas las cosas.
Todo cuanto yo amaba ahora me parece bagatela, mis deseos humanos se funden como cera bajo el fuego de tu Amor.
¡Qué me importan las cosas!
¡Qué me importa mi bienestar!
¡Qué me importa mi vida!
Ya no deseo más que a Ti.
Tan solo a Ti te quiero.
Los demás van diciendo: “está loco”. Pero son ellos, Señor los que lo son.
Ellos no te conocen, ellos no saben de Dios, ellos no saben que no se le puede resistir.
Pero a mí… a mí me ha cautivado, Señor, y yo estoy seguro de Ti.
Tú estás aquí y yo salto de gozo, el sol lo invade todo y mi vida resplandece como una joya, todo es fácil, todo es luminoso, todo es puro, ¡todo canta!
Gracias, Señor, gracias.
¿Por qué a mí, por qué me has escogido a mí?
¡Oh, alegría, alegría, lágrimas de alegría!
MATERIAL FOTOCOPIABLE DE LAS CORONAS