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RETIRO DE PAPAS Y PADRINOS 2017

Tema 7

La Confirmación es la plenitud del Bautismo

 

OBJETIVO

 

El sacramento de la Confirmación ayuda a fortalecer y perfeccionar la

gracia del Bautismo.

 

VEAMOS

Los sacramentos de la Iniciación Cristiana.

 

El Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía son los sacramentos de la

iniciación cristiana.

 

La Confirmación pertenece a la iniciación cristiana. No es un sacramento

autónomo, independiente, sino que está en relación con el Bautismo[1]

y la Eucaristía[2]. La Confirmación es una etapa de un único itinerario de

la iniciación cristiana, que completa y perfecciona al Bautismo.

¿Por qué los llamamos sacramentos de la iniciación cristiana?

Porque mediante ellos “se ponen los fundamentos de toda vida cristiana”[3]:

  • somos hechos cristianos.

  • Cristo edifica su Iglesia.

  • y “el Señor acrecentaba la comunidad con aquellos que debían salvarse” (Hech. 2,47).

 

Digamos ya, para prevenir una posible confusión, que aquí entendemos

“iniciación” no en el sentido de una enseñanza aún rudimentaria

destinada a ser un día completada (como se habla de iniciación bíblica,

iniciación teológica...) sino, como la entienden los Padres de la Iglesia:

el conjunto de ritos sacramentales que hacen del cristiano un hombre

perfecto. En este sentido la iniciación conduce a la perfección. Cuando

la iniciación concluye, sólo entonces se llega a ser perfecto. La

iniciación del cristiano no concluirá, por tanto, sino cuando una nueva

efusión del Espíritu Santo, el sacramento de la Confirmación, habrá

hecho de él un hombre adulto en la vida espiritual y, digámoslo

también, cuando habrá sido admitido a participar por la Comunión

Eucarística en el Cuerpo del Señor. De manera que la iniciación

cristiana forma un todo, e incluye los sacramentos del Bautismo, la

Confirmación y la Eucaristía.

 

“Con el Bautismo y la Eucaristía, el sacramento de la Confirmación

constituye el conjunto de los «sacramentos de la iniciación cristiana»,

cuya unidad debe ser salvaguardada. Es preciso, pues, explicar a los

fieles que la recepción de este sacramento es necesaria para la plenitud de la gracia bautismal”[4].

 

Para ser considerado plenamente miembro de la Iglesia, no basta el Bautismo. Hace falta pasar  por todo el camino de la iniciación cristiana, que incluye los tres sacramentos.

 

Por el Bautismo entramos en la comunidad de fe, somos hijos de Dios y miembros de su familia. Por la Confirmación somos fortificados. Por la Eucaristía (la «Primera Comunión») participamos plenamente del Pan de Vida que es Cristo.

 

PENSEMOS

La Confirmación es el sacramento que completa el Bautismo

 

“La Confirmación perfecciona la gracia bautismal”[5].

 

La Confirmación completa la obra de la iniciación cristiana “revistiendo del Espíritu Santo” la fe profesada en el Bautismo[6].

En la tercera fórmula de las renuncias bautismales el Obispo le dice a los confirmandos: “Por medio de la Confirmación el Espíritu Santo completará en ustedes la obra del Bautismo. Así serán cristianos perfectos”[7].

 

La Confirmación es la perfección, la consumación del Bautismo. Se da un crecimiento de la gracia.

 

Lo que se nos ha dado en el Bautismo, es fortalecido en la Confirmación. Bautismo y Confirmación son, de alguna manera, como el nacimiento y el crecimiento. Bautismo y Confirmación son dos momentos de un único movimiento bajo la acción incesante del Espíritu: la Confirmación consolida y perfecciona lo que el Bautismo ha dado ya en germen.

 

Como toda vida, también la vida cristiana comenzada en el Bautismo tiene que crecer y madurar. Este proceso de crecimiento es fruto de la Confirmación. El sacramento de la Confirmación fortalece y perfecciona la gracia del Bautismo. La Confirmación está en íntima relación con el Bautismo y robustece, y perfecciona el fundamento puesto en el Bautismo.

 

Confirmación quiere decir fortalecimiento. La fuerza para la vida cristiana que nace del Bautismo, nos la proporciona un segundo sacramento: la Confirmación.

 

Por el Bautismo nacemos a la vida sobrenatural; esta vida se fortalece con la Confirmación. Es el sacramento del crecimiento y del desarrollo.

 

En el Bautismo se nos da la fe. La Confirmación nos da el valor y la fuerza para vivirla y confesarla.

 

El Bautismo nos hace hijos de Dios y miembros de la Iglesia. El sacramento de la Confirmación lleva todo esto a su plenitud.

 

El sacramento de la Confirmación es el desarrollo, y la plenificación del Bautismo: es la confirmación del Bautismo.

 

La Confirmación es plenitud y perfección del cristiano, le proporciona gracias, sin las cuales quedaría incompleto su desarrollo espiritual. No recibir el sacramento de la Confirmación es condenarse a permanecer en una especie de infantilismo espiritual, es exponerse a quedar desarmado en el combate. Es también privarse en la otra vida de la perfección de la gloria a que cada uno está llamado. Por eso Santo Tomás de Aquino no duda en decir que en caso de peligro de muerte debe administrarse la Confirmación incluso a los niños más pequeños, para que en la gloria celestial no se vean privados de esta suprema perfección.

Como en el Bautismo, también en el sacramento de la Confirmación se imprime en el alma un carácter especial. Por ello, la Iglesia Católica afirma que la Confirmación no puede repetirse, se recibe una sola vez.

 

“La Confirmación, como el Bautismo del que es la plenitud, sólo se da una vez. La Confirmación, en efecto, imprime en el alma una marca espiritual indeleble, el «carácter», que es el signo de que Jesucristo ha marcado al cristiano con el sello de su Espíritu revistiéndolo de la fuerza de lo alto para que sea su testigo”[8].

ACTUEMOS

La Confirmación es el sacramento de la “edad perfecta”

 

El Bautismo es el sacramento del nacimiento a la vida espiritual, que hace del hombre un “niño” en la vida de la gracia. La Confirmación lleva a cabo el crecimiento espiritual que hará del niño recién nacido un “adulto”, un hombre perfecto llegado a la plena estatura de Cristo (ver Ef. 4,13).

 

Santo Tomás, en analogía con el crecimiento físico, considera la Confirmación como sacramento del crecimiento espiritual, a diferencia del Bautismo que es el nacimiento espiritual.

 

El Bautismo confiere la vida divina, para que podamos vivir en ella. La Confirmación proporciona “la madurez de esta vida divina”. Santo Tomás la llama “la edad perfecta”.

Pero debemos entender qué significa esta madurez en el orden de la vida sobrenatural.

 

Si hablamos de la Confirmación como del “sacramento de la madurez cristiana”, es preciso, sin embargo, no confundir la edad adulta de la fe con la edad adulta del crecimiento natural, ni olvidar que la gracia bautismal es una gracia de elección gratuita e inmerecida que no necesita una “ratificación” para hacerse efectiva[9]. Santo Tomás de Aquino lo enseña:

 

“La edad del cuerpo no constituye un prejuicio para el alma.

Así, incluso en la infancia, el hombre puede recibir la perfección

de la edad espiritual de que habla la Sabiduría (4,8):«la vejez

honorable, no es la que dan los muchos días, no se mide por el

número de los años». Así numerosos niños, gracias a la fuerza

del Espíritu Santo que habían recibido, lucharon valientemente

y hasta la sangre por Cristo”[10].

 

Así podemos entender que este sacramento se llama Confirmación, primero de todo, por lo que Dios realiza en el fiel: consumando y perfeccionando lo que recibió en el Bautismo.

 

La vida natural madura mediante su propio desarrollo biológico; la vida moral lo hace mediante el ejercicio humano de la facultad moral, cuyo resultado es la virtud; la vida sobrenatural de la gracia sólo puede llegar a su “madurez” mediante un don divino, precisamente el Espíritu Santo, que consuma y lleva a la madurez todo lo que Dios, el Creador y Redentor, ha hecho.

 

CELEBREMOS

La Confirmación, la donación del Espíritu y la misión eclesial.

 

Para llegar a ser cristianos maduros hay que recibir y acoger el Espíritu Santo. Sólo por la fuerza del Espíritu Santo podremos desarrollarnos como cristianos y como Iglesia de Cristo.

 

El cristiano no participa plenamente del Señor hasta el momento de su recepción del Espíritu Santo. Por esta razón la Confirmación es llamada perfección y consumación del Bautismo. Este es el sentido de la edad perfecta, de la madurez de la vida espiritual plenamente armada para actuar.

 

El fiel que participa en la muerte y en la resurrección de Cristo, por el Bautismo, y en la recepción del Espíritu por la Confirmación, es decir, el que está bautizado y confirmado, es plenamente constituido como persona cristiana.

 

El Bautismo se conecta con la Pascua de Cristo, el nacimiento a la vida nueva. La Confirmación tiene un parentesco con Pentecostés, la donación del Espíritu. Es un mismo y único movimiento. Como también Pascua y Pentecostés, aunque se celebre en dos fiestas, es un único acontecimiento: porque el mismo Cristo, que en Pascua aparece como vivificado por el Espíritu, en Pentecostés se nos revela como el dador del Espíritu a los suyos. El Bautismo hace visible más bien la inserción en la Pascua de Cristo. La Confirmación, la donación del Espíritu y la misión eclesial. Como la Pascua encuentra su complemento en Pentecostés, del mismo modo el sacramento del Bautismo se completa con el de la Confirmación.

 

Para reflexionar

¿Valoramos la importancia del sacramento de la Confirmación?

¿Soy adulto en mi fe y en mi vida cristiana?

¿Tengo conciencia que la gracia del sacramento de la Confirmación debe dar frutos en mí y en mi comunidad?

¿Entendemos que no recibir la Confirmación es permanecer en una especie de infantilismo espiritual? ¿Que no confirmarse es quedarse incompleto en el desarrollo espiritual? ¿Qué no recibir la Confirmación es privarse en la otra vida de la perfección de la gloria a que cada uno está llamado?

 

“La Iglesia quiere que ninguno de sus hijos, incluso en la más tierna edad, salga de este mundo sin haber sido perfeccionado por el Espíritu Santo con el don de la plenitud de Cristo”[11].


[1] Escribí una carta pastoral sobre El Bautismo (23/12/04) y, posteriormente, el 24 de marzo de 2005, di a conocer una Instrucción Pastoral sobre el Bautismo de Niños.

[2] El 5 de marzo de 2003, con la carta “Hagan esto en memoria mía”, exhortaba a poner a la Eucaristía en el centro de la vida y la misión de la Iglesia y posteriormente, el 15 de febrero de 2005, con motivo del Año especial de la Eucaristía, invité a vivir el misterio eucarístico.

[3] Catecismo de la Iglesia Católica, 1212.

[4] Catecismo de la Iglesia Católica, 1285.

[5] Catecismo de la Iglesia Católica, 1316.

[6] Ver Tertuliano, De praescr. 36,4.

[7] Ritual romano de los sacramentos, 490.

[8] Catecismo de la Iglesia Católica, 1304.

[9] Ver Catecismo de la Iglesia Católica, 1308.

[10] Suma Teológica, 3,72,8, ad 2.

[11] Catecismo de la Iglesia Católica, 1314.

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